ABC 26/04/15
IGNACIO CAMACHO
· Las cabezas de Chaves y Griñán anuncian más ejecuciones políticas en las negociaciones de los pactos de mayo
LAS cabezas caídas de Chaves y Griñán, entregadas mal que bien y a plazos por Susana Díaz ante la complacencia mal disimulada de Pedro Sánchez, son un anticipo de lo que viene. El poder, a partir de mayo, no se va a pactar sólo con sillones ni con propuestas programáticas. Los nuevos partidos emergentes, aupados sobre la ola de la regeneración y el cansancio social, van a exigir relevos de personas como expresión visual de cambio en la posmoderna sociedad de los iconos. Surgidos de la crítica al sistema necesitan símbolos sobre los que sustentar su legitimidad y refrendar su compromiso. Esos símbolos no están tanto en medidas de gobierno ni en reformas políticas como en la depuración de la nomenclatura vigente. Quieren sentencias ejecutivas, expulsiones fulminantes, humillaciones palmarias. Y todo indica que van a estar, como en Andalucía, en condiciones de obtenerlas.
En realidad se juegan en ello gran parte de su crédito. Podemos y Ciudadanos captan voto con un discurso de renovación del bipartidismo que va a sufrir después de las elecciones territoriales una dura prueba de contraste. Su inmaculada reputación de tertulianos incólumes tendrá que someterse al desgaste de la toma de decisiones, y la primera será elegir parejas de baile. Ayuntamientos, diputaciones y autonomías necesitarán alianzas de gobernabilidad y toca implicarse. El tiempo de las lecciones teóricas se acaba y llega el de ensuciarse las manos. Si los electores perciben que todo se trataba de un juego de poder, de repartirse cargos y de entrar en el tentador toma y daca presupuestario, sus expectativas se agotarán seis meses antes de la decisiva convocatoria de noviembre. Apenas se cuenten los votos de mayo, la estrategia de los nuevos actores institucionales habrá de centrarse en fijar el precio de su colaboración. Y habrán de empezar por exigir una factura de desperfectos.
En Andalucía han comenzado cometiendo un error de bisoñez al permitir que el PSOE domine la Mesa de la Cámara. Trataban de apartarse del chalaneo de sillones y han entregado al partido mayoritario la potestad de rechazar comisiones de investigación, comparecencias y demás fórmulas de control parlamentario. Y además se tragaron la elección como segunda autoridad autonómica de un responsable de la quiebra de Cajasur. Por eso no podían fallar en el pacto de investidura, convertido ahora en demostración de fuerza a la que Albert Rivera ha añadido una vuelta de tuerca: la renuncia por escrito de los expresidentes. El PSOE de rodillas.
Los partidos tradicionales ya saben lo que espera. PP y PSOE sueñan con el mal menor de las alianzas pero ahora empiezan a entender que el pliego de condiciones incluye cabezas cortadas, episodios humillantes en los que los recién llegados veten a determinados candidatos. Y que las rondas de negociación se van a celebrar, muy probablemente, alrededor de un cadalso.