Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Tras cuatro años de una mansedumbre tan grande que les garantizaba heredar la Tierra (San Mateo. 5.1.12), los sindicatos han desenterrado el hacha de guerra. No se si todo es debido a la seguridad de que repetirá un gobierno amigo y entonces les da igual lo que piensen los tímidos o, precisamente por lo contrario, que se temen un cambio tras las elecciones y quieren marcar territorio y lanzar un aviso a navegantes por adelantado.
El lenguaje del Primero de Mayo ha sido terrible: Si no hay pacto social arderán las calles. Bueno, eso dicen los moderados, porque los comunistas del EHPK publicitan un lema más crudo: ‘No al pacto social. Luchar para vencer.’ Así, para que no haya dudas.
He leído las declaraciones efectuadas estos días atrás por los líderes sindicales y por ministros representantes de todas facciones que nos gobiernan que se sumaron alborozados al acontecimiento. Le resumo el mensaje: los sueldos son una mierda, la insensibilidad social de los empresarios es cósmica y los beneficios de las empresas son escandalosos. Si lo dicen los ministros será cierto, pero no me negará que es curioso que siendo tan chollo y tan sencillo esto de montar un negocio y forrarse a tope haya tan pocos que se animen a hacerlo.
¿Se desprecia el dinero o hay aversión al riesgo? Máxime cuando son tantos los que conocen al dedillo cómo llevar un negocio. ¿Un ejemplo? La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que tras proponer eso tan chulo de la herencia universal de los 20.000 euros al cumplir los 18 años, sin mayores condicionantes, se descuelga ahora con la idea de regular por ley el tiempo de trabajo.
He leído y escuchado todo, me he enterado de la ampliación de la ya larga lista de deseos que hemos convertido en derechos, pero nada de cosas tan aburridas como el esfuerzo, el compromiso, la productividad, el valor añadido, la competitividad y demás tonterías de las que hablamos habitualmente los insensibles.
Eso en cuanto a la esfera de lo privado. Si le añade las últimas aportaciones registradas en la de lo público –tope al euríbor, ayudas a las hipotecas, viviendas para todos, subvenciones variadas, etc…–, no podrá negar que vivimos mejor que en Jauja. Pero no se le ocurra criticar ningún capítulo del gasto social si no quiere engrosar la lista de los retrógrados. Todo lo más recuerde que en los últimos 15 años la economía ha crecido al 3% y el gasto social al 27%. Es verdad y es terrible, pero no espere que eso asuste a ningún gobernante ni que le haga caso ningún gobernado.