VICENTE VALLÉS-LA RAZÓN
- Angela Merkel ha conseguido crear algo que la mayoría de los alemanes desea y que los españoles solo hemos disfrutado en periodos muy breves: la sensación de vivir en un país estable
Después de 16 años en el cargo, es poco común abandonar el poder sin que exista una crítica feroz al menos a una parte del legado que se deja atrás. En España, todos los presidentes del Gobierno han salido de Moncloa en medio del griterío por un motivo o por otro: corrupción, crisis económica, terrorismo… No hemos visto a nadie acabar su mandato en paz. Por el contrario, Angela Merkel se va sin haber perdido una sola de las elecciones a las que se presentó, sin que nadie la eche y sin que haya un solo personaje relevante que le haya pedido que se vaya. Muy al contrario, los dos principales candidatos a ocupar su puesto (su compañero de partido Armin Laschet, y su vicecanciller socialdemócrata Olaf Scholz) han ocupado sus campañas en hacerse pasar por Merkel, prometiendo que con ellos todo seguirá igual.
Angela Merkel ha conseguido crear algo que la mayoría de los alemanes desea y que los españoles solo hemos disfrutado en periodos muy breves: la sensación de vivir en un país estable. Y así, la canciller ha transitado a través de los años teledirigiendo Europa desde Alemania, y viendo llegar y marcharse a líderes mundiales como Bush, Blair, Cameron, Obama, Chirac o Berlusconi, mientras ella siempre conseguía en el Bundestag, el parlamento alemán, los apoyos necesarios para gobernar. Solo se le ha resistido Vladimir Putin, que la vio llegar y ahora verá cómo se va. Pero Putin cuenta con la ventaja de que las urnas en Rusia no funcionan como en una democracia que merezca tal nombre.
A partir de ahora, Alemania quizá sea menos previsible y Europa pierda su timón. Es evidente que Angela Merkel no siempre elegía el mejor camino. Pero, al menos, alguien estaba al volante.