EL CORREO, 8/10/12
Miles de esteladas acompañaron ayer los gritos de los partidarios de un «Estado propio» durante el partido que enfrentó al Barça y el Real Madrid
Nunca antes el Camp Nou se expresó de forma tan clara y explícita. Igual que el pasado 11 de septiembre, cuando millón y medio de catalanes reclamaron un Estado propio en el marco de la Unión Europea, el coliseo blaugrana, vestido con sus mejores galas para recibir al Real Madrid, pidió ayer la independencia de Cataluña. Y por tanto, el Barça, su estadio y sus aficionados, ejercieron de «ejército simbólico y desarmado de la catalanidad» del que hablaba Manuel Vázquez Montalbán, el que más y mejor ha teorizado sobre el Barça y lo que representa para Cataluña.
Él decía que «el Barça is different», por la «significación extradeportiva» del club. Y como en otros episodios de la historia, ya sea cuando la institución se alineó a favor de la ‘Mancomunitat’ catalana en 1918, se declaró en contra de la dictadura de Primo de Rivera o hizo una gira por México como representante de la República, el coliseo blaugrana hizo de altavoz de los anhelos nacionales de un pueblo. Justo el día en que medio mundo estaba ante la televisión viendo uno de los partidos con mayor repercusión mundial. «Los pueblos necesitan señas de identidad, sobre todo aquellos que han vivido en permanente riesgo de perderla y el Barça es ante todo una seña de identidad», dijo también el padre de Pepe Carvalho.
Una identidad que en los inicios del partido se mostró como una inmensa ‘senyera’, compuesta por 98.000 papeletas, impresionante, unánime. Imagen de impacto mundial de un Camp Nou que tenía la sensación de estar viviendo un día histórico y que en el minuto 17 y 14 segundos de cada parte dio un paso más allá y no sólo expresó la defensa de Cataluña, sino de una Cataluña independiente.
Mas, en el palco
El momento más esperado del partido por la prensa internacional acreditada (más de 680 periodistas de casi 30 países) fue claro: miles de catalanes gritando a favor de la independencia mientras ondeaban sus ‘senyeras’ y ‘esteladas’ (las soberanistas). La Asamblea Nacional Catalana, impulsora de la iniciativa, eligió ese minuto porque 1714 es una fecha cargada de simbolismo para el soberanismo, ya que ese es el año en que Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas al mando del duque de Berwick durante la Guerra de Sucesión Española, tras catorce meses de sitio. Cataluña perdió durante siglos sus instituciones tras la promulgación de los Decretos de Nueva Planta. En 2014, tres siglos después, los partidos independentistas quieren celebrar el referéndum de autodeterminación y desearían proclamar la independencia.
Mientras miles de personas cantaban a favor de la independencia, en el palco Artur Mas tomaba nota. El presidente de la Generalitat, que en dos años ha pasado de exigir un nuevo sistema de financiación para Cataluña a reclamar un Estado propio, siente la presión de la calle, primero en la manifestación, y ahora en un campo de fútbol. La ciudadanía, al menos una parte significativa de ella, le pide que acelere o se salte los pasos hacia la independencia. Pero se siente presionado por sectores moderados de Unió y, más aun, por el empresariado catalán que ya ha cuestionado en público la idoneidad de emprender en medio de la crisis una transición nacional hacia lo desconocido.
Mas tomará nota también porque, aunque el clamor independentista y el ondear de banderas tuvo carácter masivo, no fue unánime. Y para ser justos, los pitos contra Ronaldo sonaron tan fuertes como los gritos a favor de un «Estado propio» y el segundo gol de Messi retumbó en los oídos mucho más. Eso sí, las voces en la segunda parte a favor de la independencia (en el minuto 17 y 14 segundos) sonaron más fuertes que en la primera: lógico porque Messi acababa de adelantar a su equipo y la euforia era mayor.
En el Camp Nou se desplegó una gran estelada y una pancarta que rezaba «Catalonia, Europe’s next state», porque el mensaje iba destinado al público global. Junto a Mas, en el palco, había varios integrantes del Govern catalán, y destacaba la ausencia de miembros del Gobierno central. Sí estaba, en cambio, Javier Solana, exsecretario general de la OTAN, que hace una semana protagonizó una encendida discusión con Jordi Pujol sobre el problema catalán y que a buen seguro tuvo tiempo de comentarlo con Artur Mas.
EL CORREO, 8/10/12