Del Blog de Santiago González
Uno tiene ya una edad como para que sus juicios y aun sus prejuicios hayan echado raíces. Tengo ya escrito al menos un par de veces que tenemos un presidente del Gobierno que todo cuanto toca lo envilece, un suponer esa tesis doctoral plagiada a varias manos; otro suponer, una autobiografía perpetrada por mano mercenaria, a la que pagó con una Secretaría de Estado; otro, el Gobierno que encabeza, en su conjunto o uno a uno considerados. Y una a una, naturalmente. Como a los humanos no se nos da bien convivir con el horror absoluto, buscamos clavos ardiendo a los que agarrarnos. Yo mismo, sin ir más lejos, recibí con un gesto de aprobación los nombramientos de Borrell y Grande Marlasca (Y no Grande-Marlaska como escribe todo el mundo menos sus hermanas).
No les digo más. Una alcayata de la que cuelgan los colegas sus buenismos es Nadia Calviño. Otra, Margarita Robles. La primera es tercera vicepresidenta del sanchismo, la segunda, ministra de Defensa. Ambas están muy sobrevaloradas: Calviño es una contable aseadita y Margarita una juez que hizo carrera y llegó hasta el Tribunal Supremo, aunque con algún manchón en la hoja de servicios, como la condena a Ahmed Tommohui y Abderrazak Mounib por un delito de violación que ellos no habían perpetrado, despreciando las pruebas que los descartaban. El semen era de Antonio Gª Carbonell, violador multirreincidente a quien sacó de la cárcel Luis López Guerra, el tipo que Zapatero metió en el TEDH y que se cargó la doctrina Parot.
Bueno, pues Margarita ha criticado a Pablo Iglesias (con razón) por actuar al mismo tiempo como Gobierno y oposición, un doblete que hacía con mucho aprovechamiento François Mitterrand, según contó Jean François Revel en sus memorias. La tragedia en forma de farsa. Mitterrand tenía mucho más talento que Iglesias, no me hagan razonarlo. Y del narrador qué quieren que les diga: piensen en Revel, luego en Jesús Cintora y ya me dirán.
Margarita ha pedido humildad al marqués de Galapagar y le ha recordado que el presidente es Sánchez. Toda llamada al ejercicio de la memoria es pertinente, pero quizá debería empezar por recordarle ese extremo a Sánchez, para que aprenda a sostener su posición frente al vicepandemias. Aquí es donde inhibo mis viejos juicios y prejuicios sobre Margarita, cuando la insuficiente Ione Belarra, secretaria de Estado de Agenda 2030 la califica de “ministra favorita de los poderes que quieren que gobierne el PP con VOX”. Iglesias, como es natural, se ha encampanado. Desde el viaje a Bolivia en el que asumió la política exterior de España y suscribió un acuerdo internacional del que el Gobierno se desmarcó, ha sido un no parar: ahora promete a los polisarios el ejercicio del derecho de autodeterminación, mientras Marruecos envía unos miles de inmigrantes a Canarias, para pasmo del ministro del Interior y de Ana Oramas que se ha visto retrospectivamente como simpatizante de las posiciones que tanto afeó a Santiago Abascal en la moción de censura. Last, but not least, el burro de Troya ha enmendado sus propios presupuestos, los que había presentado tan gozoso juntos al doctor Fake. Pero tampoco sería muy tajante con él. Nombrar canciller o ministra de Exteriores a Arancha González Laya es una invitación irresistible al intrusismo. No ya para Iglesias, hasta para Echeminga Dominga.