Ignacio Camacho-ABC
- Sánchez confía en que Iglesias sume el voto de ultraizquierda. Con participación alta, Ayuso puede tener problemas
Si casi nada de lo que sucede en la política durante un día tiene valor al siguiente, la fiabilidad de los cálculos electorales de hoy se antoja poco consistente para predecir lo que puede suceder dentro de dos meses. Nos gobiernan tipos de mentalidad adolescente cuyo patrón de conducta se inspira en personajes de Netflix, asesorados por guionistas que tratan a los ciudadanos como espectadores de series. Seguramente lo merezcamos desde que decidimos volar las desgastadas estructuras del bipartidismo para entregarnos a las emociones adánicas de los nuevos profetas, pero ésa es otra historia. La de ahora es esta especie de prestidigitación continua que trata de captar nuestra atención con martingalas aparatosas, trucos de pirotecnia propagandística y baratijas ideológicas para que permanezcamos ajenos al verdadero objetivo de las maniobras. Y aún no hemos visto más que el comienzo de una función que resultaría cómica si no escondiese tras sus efectistas ceremonias y sus giros argumentales una vacuidad desoladora.
Habrá mucho ruido de aquí a mayo, y va a empezar este sábado con una secuencia de guerrilla urbana y furor incendiario. Un clásico: la ambientación inicial mediante un clímax falso. La fotogenia de la violencia para acaparar los telediarios. La ultraizquierda, que parte con desventaja, necesita imágenes de alto impacto que le ayuden a configurar su esquema de situación, lo que los gurús llaman el ‘frame’, el marco. La lucha antifascista y tal, la narrativa de los jóvenes desarraigados, las noches de fuego, la calle como plató simbólico de un ficticio conflicto revolucionario que ponga a las clases medias en estado de pánico. Luego vendrán las mareas de colectivos sociales en orden escalonado para activar el voto de los abstencionistas por cansancio. La estrategia consiste en llegar al 4-M con un contexto civil inflamado.
Ésa es la finalidad del salto guevarista de Iglesias. Rescatar a su partido -y a sí mismo- de la intrascendencia y movilizar su languideciente electorado en respaldo del bloque de izquierdas para exigir luego, con su egolatría irredenta, una recompensa como el condotiero que dio la vuelta a un pronóstico de derrota cierta. Y no es despreciable la idea: por encima de un 60 ó 65 por ciento de participación -ojo al efecto del día laborable, una experiencia casi inédita-, Ayuso puede verse en problemas. A Sánchez le viene bien y con tal de no tenerlo demasiado cerca estará dispuesto a cualquier cosa, incluida la posibilidad de entregarle la presidencia madrileña. Es su candidato alternativo en el empeño de desalojar a la derecha. Polariza con su sola presencia y además podrá echarle la culpa si se estrella.
En todo caso la trama exige acción, mucho jaleo, conspiraciones, polarización máxima, vuelcos, sobresaltos, sorpresas, tensión, riesgo. Y en estos primeros compases falta por aparecer el Gobierno. Producciones Su Persona S.L. trabaja en ello.