EL CÁNTARO de Rajoy tiene 137 escaños. Sólo la soberbia del dueño –que viene con la Moncloa– y la fatuidad de un partido que está desapareciendo físicamente en toda España –uno de cada nueve afiliados ha perdido en Madrid, su plaza fuerte: de 93.000 a 11.000– explican el comportamiento que, tras la investidura, está teniendo el PP, como si en vez de estar sustentado en la más escuálida minoría de Gobierno desde la Transición, tuviera los 11 millones de votos de 2011, el mayor respaldo de un partido en las urnas y el legado menos oneroso de Zapatero, pero con el que no ha hecho ninguna de las reformas para las que le votaron.
El PP de Rajoy ha perdido dos tercios de la militancia y un tercio de los votantes, pero el presidente, tras cambiar el plasma por la legumbre verbal de Maillóteles Lentejas, sigue actuando como si no hubiera pasado nada. Como si tuviera la mayoría de anteayer y no la hodierna birria del apoyo de Ciudadanos, condicionado al cumplimiento de un programa anticorrupción del que ahora se burla, y la abstención del PSOE, que puede durar el tiempo de un abandono según Sabina: «Lo que duran dos peces de hielo en un whiskey on the rocks».
Tener pocos escaños no significa nada. Te puede llevar a lograr más o menos, según lo hagas. Y en el Gobierno, esa posibilidad de ganar o de perder se multiplica. Si tienes un proyecto político y la oposición carece de él, puedes pasar, gracias a lo que Aznar llamó la «lluvia fina» del BOE, de la miniminoría del PP en 1996 a la mayoría absoluta de 2000. Y si acabas tan mal como ZP y sin otro proyecto que resucitar la Guerra Civil, puedes pasar de casi 11 millones de votos a los siete de Rbcb, seis de Snchz, y bajando. Depende.
Pero Mariano se porta mal y sus pseudópodos del PP, peor. Hasta el último mono de la grey rajoyana exhibe una soberbia ridícula que a diario multiplican las telesorayas podemitas, la radio y los periódicos en papel o Internet; y eso maquilla las carencias de la Oposición. Murcia es sólo la primera prueba de que C’s está harto de la chulería del PP y de su continuo recurso al PSOE –aforamientos, obsceno reparto del TC– para no luchar contra la corrupción, es decir, para incumplir clamorosamente el pacto de investidura. Ojo al cántaro, que está medio vacío.