DAVID GISTAU – ABC – 21/08/15
· El PP intenta arrastrar hasta la horda a uno de los partidos fundamentales del 78, el PSOE.
Aquella viñeta de Chumy Chúmez, aparecida en vísperas de la Transición, en la que un orador da un mitin y somete a sus oyentes a una congoja parecida a la que pretende imponer Rajoy: «¡O nosotros, o el caos!». El público responde: «¡El caos, el caos!». Pero el orador lo aplasta con un cinismo final y lampedusiano: «Es igual, también somos nosotros». Brillante todo, hurra por Chumy Chúmez y por quienes con él hicieron ese humor.
Asombra la vigencia de un chiste de hace cuarenta años que además alimenta esta sensación circular de ser empujados a una versión autoparódica del periodo fundacional. Eso que los más apetentes de destino personal llaman la Segunda Transición, como si la solución a una crisis –con un agravante de corrupción– en el contexto de una democracia europea madura y en absoluto fallida pudiera compararse con el esfuerzo de reconciliación y de construcción política y sociológica posterior al desmantelamiento de una dictadura. Por eso no puede compararse esta incertidumbre con aquélla: en la actual no hay aliento creador, sólo rencor y venganza. Nombres, ideas y actividades que han de ser liquidados por una patente de corso expedida al pueblo fetén.
Pero el caso es que de nuevo tenemos al coercitivo orador de Chumy Chúmez encaramado a la tribuna. Auxiliado por profetas del arrepentimiento colectivo tales como Margallo, que ha necesitado agregar el adjetivo «bíblico», como de plagas de insectos y primogénitos muertos, a la puesta en circulación del miedo. Se ve que a Rajoy le estaba quedando tibia la anunciación del apocalipsis, contenido como es él. Moragas debería contratarle gente disfrazada de vampiro para que Rajoy vaya clavándole estacas. Menudo spot, mejor que el del cafelito y nos ha faltado piel.
El PP, resignado a no convocar a sus votantes con un mínimo proyecto de porvenir o una ilusión cualquiera, sino con el instinto agónico de conservación ante la incertidumbre, intenta resolver su aislamiento, provocado por la renovación del Tinel, estableciendo un nuevo paradigma que sustituya el de izquierda y derecha: defensores del régimen constitucional versus la horda populista de sus enemigos. En la primera categoría, obviamente, sólo está el PP. De ahí la tristeza de ver reducida a tan burda coacción lo que antaño fue la diversidad política española intramuros de las convenciones institucionales del 78. Nada que reprochar respecto a Podemos y toda la calderilla radical que ya anda por ahí ejecutando alegóricamente en juicios populares. Pero el PP juega a olvidar a Ciudadanos. Sobre todo, intenta arrastrar hasta la horda a uno de los partidos fundamentales del 78 y del ingreso en la UE, el PSOE. Para evitar que nos asfixie una simplificación como la de Chumy, España necesitaría un conductor socialdemócrata con más letras que Schz, más imbuido de la visión de su propio partido en los años setenta, más capaz de hacer que se perciba como imposible la trampa electoral de Rajoy. No un mercachifle fáustico con el alma en venta.
DAVID GISTAU – ABC – 21/08/15