Los mismos dirigentes políticos que en público rechazan el comunicado de ETA, están ansiosos esperando el próximo. Y si ETA mantiene la línea de la tregua, van a terminar haciendo negociaciones, aunque sea secretas, y aunque sólo puedan salvar de la cárcel a la gente que no ha cometido crímenes atroces.
ETA acaba de declarar un cese al fuego permanente, en un comunicado que forma parte de una serie que lleva ya varios meses, y que efectivamente ha conducido a una propuesta clara (hay que ver si creíble), para dejar la violencia.
Pero en España las reacciones van de escépticas a rabiosas. El Presidente español, socialista, advierte un posible engaño. El Presidente Vasco (líder en el territorio donde existe algún apoyo marginal a los líderes políticos de Batasuna), considera el comunicado «insuficiente». Y la izquierda radical lo califica de «decepcionante». De ahí para allá, el Partido Popular y los demás políticos de derecha piensan que oír a terroristas es ya estúpido.
Y ganado lo tiene ETA. Los tiempos son de cosas diferentes a los indultos y a la repolitización de criminales atroces, por importante que sea su causa. Y el que ha usado el diálogo como estrategia para revivir en la guerra, pierde toda credibilidad. En el Caguán y en el País Vasco. Para neoparamilitares, para farianos y para etarras.
Sin embargo, algo de interesante debe tener que un grupo terrorista declare que cesará en sus acciones violentas. Hasta los más críticos del proceso de desmovilización paramilitar que se hizo durante el gobierno Uribe, hemos reconocido los aspectos positivos del desarme de 30 mil personas, y las confesiones en el marco de la Ley de Justicia y Paz (versión Corte Constitucional, valga la precisión). Y la condición esencial del Gobierno actual para el diálogo con las FARC, es el cese de hostilidades (liberar secuestrados, dejar acciones terroristas y entrar en un proceso de desarme). No mucho.
Hay umbrales morales para todo, que una vez cruzados, hacen que volver sea imposible, sin pagar un costo muy elevado. En las relaciones humanas, esos umbrales son los de la pérdida profunda de la credibilidad. Después de que uno ha puesto un carro bomba, es difícil que alguien vuelva a saludarlo sin salir corriendo a enjabonarse la mano. ¡En Colombia es tanta la gente que ha cruzado esos umbrales! Tal vez por eso, hay menos consenso para cuestionarlos. O mejor, hay bloques de repudio. Un montón de gente le genera asco a otra, porque justifica a los parapolíticos, a los paramilitares o a las FARC.
Pero voy a hacer un pronóstico para España: los mismos dirigentes políticos que en público rechazan el comunicado de ETA, están ansiosos esperando el próximo. Y si ETA mantiene la línea de la tregua, van a terminar haciendo negociaciones, aunque sea secretas, y aunque sólo puedan salvar de la cárcel a la gente que no ha cometido crímenes atroces, sino cosas como la apología de las acciones armadas. Y a la larga, si se trata de procesos definitivos de reconciliación, y no de arrogancias armadas, van a aparecer palomas. Curas, mediadores internacionales, actores (sociales y de telenovela), y otra gente que va a plantear que la paz es posible y que hay que perdonar algunas cosas. Hay que seguirle la pista a lo que pasa en España. Y charlarlo con la gente en Colombia.
Aquí podría pasar lo mismo, si las FARC hicieran siquiera lo que ETA acaba de hacer. Tiene que seguir habiendo acción militar. Y deben seguir cayendo miembros del secretariado. Pero al final hay quienes asumiríamos, en los periódicos y en las tribunas políticas, los costos de decir que bueno, que un carcelazo corto está bien, a cambio de una desmovilización seria.
Óscar Sánchez, El Nuevo Día (Colombia), 15/1/2011