José Yoldi, EL PAÍS, 27/6/2011
Lo cierto es que hasta ahora Otegi ha sido condenado a penas menores, entre uno y dos años de prisión, por delitos de enaltecimiento del terrorismo o injurias al Monarca. Pero lo de ahora son palabras mayores, puesto que está acusado de integración en banda terrorista y la petición del fiscal son 10 años de cárcel. Además, este es el único asunto por el que sigue en prisión preventiva.
Se cumplen ahora 30 años de la tórrida escena entre Jack Nicholson y Jessica Lange en el remake cinematográfico de El cartero siempre llama dos veces, que dirigió Bob Rafelson. Una obra basada en la novela de James M. Cain, que con el mismo título se publicó en 1934, aunque la primera película data de 1946, hace nada menos que 65 años, y fue protagonizada por John Garfield y la explosiva Lana Turner.
El argumento es sencillo: durante la Gran Depresión en Estados Unidos, una mujer y su amante planean asesinar al marido de ella, un hombre de mucha más edad, para quedarse con sus propiedades. Aunque fallan en el primer intento, finalmente lo consiguen simulando un accidente de tráfico, pero el caso despierta las sospechas de la justicia y ella, una femme fatale, es juzgada por asesinato. El fiscal consigue que los amantes se enfrenten, pero la maniobra no es suficiente y el jurado la absuelve. La paradoja se completa con la muerte de ella en -este sí- accidente de tráfico y la condena del amante como autor de asesinato por lo que solo había sido un accidente.
El líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, se enfrenta desde hoy a su cartero particular con el caso Bateragune -uno de los últimos intentos de reflotar la formación ilegalizada-, aunque el repartidor postal ya lleva una temporada llamando a su puerta.
Lo cierto es que hasta ahora Otegi ha sido condenado a penas menores, entre uno y dos años de prisión, por delitos de enaltecimiento del terrorismo o injurias al Monarca. Pero lo de ahora son palabras mayores, puesto que está acusado de integración en banda terrorista y la petición del fiscal son 10 años de cárcel. Además, este es el único asunto por el que sigue en prisión preventiva.
Es verdad que puede argumentar que Bateragune -«lugar de encuentro», en euskera- no era una reconstrucción de la ilegalizada Batasuna siguiendo las instrucciones de ETA para coadyudar a sus fines, sino una forma de organizar a la izquierda abertzale para precisamente hacer política y separarse de la violencia de la banda. Ya decía Groucho Marx: «El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio. Si puedes simular eso, lo has conseguido». Así que habrá que ver si la fiscalía es capaz de aportar las pruebas para conseguir la condena.
En todo caso, el juicio trae su carga de profundidad incorporada, puesto que está presidido por la magistrada Ángela Murillo, recusada por Otegi por falta de imparcialidad, recusación que fue rechazada por el pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Pero se da la circunstancia de que, el pasado 8 de febrero, el Tribunal Supremo anuló la condena a dos años de prisión y ordenó la repetición -con otro tribunal- del juicio por el homenaje al etarra Sagarduy en el que había participado el líder de Batasuna, por considerar que este pudo creer que Murillo tenía prejuicios sobre él.
Fue tras una vista en la que la magistrada preguntó a Otegi si condenaba la violencia de ETA, y como este, que en el pasado fue militante de la banda, explicara que no iba a responder, Murillo dijo: «Ya sabía yo que no me iba a contestar». Otegi concluyó: «Y yo ya sabía que me lo iba a preguntar».
De modo que la falta de apariencia de imparcialidad será la primera causa del recurso de Otegi en caso de condena.
Por cierto, que el proceso por el homenaje a Sagarduy se juzgará en el mes de julio por otro tribunal de la Audiencia que estará presidido por Javier Gómez Bermúdez.
Pero la verdadera segunda llamada del cartero para Otegi se producirá con el caso Batasuna-Herriko tabernas, que previsiblemente será juzgado este otoño. Toda la dirección de la formación abertzale está procesada en este macroproceso en el que a Otegi le piden 12 años de prisión por delito de integración en banda terrorista en grado de dirigente. Y se da la circunstancia de que si en Bateragune puede alegar que trataba de distanciarse de ETA, ese argumento no parece tener fundamento con anterioridad al mitin de Anoeta, el 14 de noviembre de 2004, cuando el respaldo de Batasuna a la lucha armada era evidente y cuando por medio de las herriko tabernas se trataba de allegar fondos para la organización.
La única ventaja que tiene Otegi es que si es condenado por un caso no puede ser condenado en el otro, porque en ambos está acusado del mismo delito: pertenencia a banda terrorista.
Habrá que esperar y ver, pero hay quien sostiene que la margarita siempre tiene un pétalo de reserva para los casos desesperados.
José Yoldi, EL PAÍS, 27/6/2011