José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 14/1/12
La nueva secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación (Ministerio de Economía y Competitividad) es Carmen Vela, una prestigiosa bioquímica dedicada durante décadas a la biotecnología y, a la vez, empresaria de una compañía con fuerte contenido de I+D, lo que le dota de aptitudes versátiles. Ocurre que Vela, de 56 años, ha despistado al personal porque en 2008 leyó el manifiesto de intelectuales y artistas en apoyo a José Luis Rodríguez Zapatero, luego pidió el voto para Alfredo Pérez Rubalcaba y suscribió un documento reclamando, con otros científicos y personalidades, la ampliación de la ley del aborto. Es decir, que Carmen Vela es -o ha sido- una ciudadana notoriamente militante en la opción socialista y en políticas -como la referida a la consideración jurídica de la vida intrauterina- nada compatibles con las que mantiene el Partido Popular que, como es sabido, tiene recurrida la ley de interrupción voluntaria del embarazo ante el Tribunal Constitucional.
Los gobiernos de centro-derecha, los gobiernos moderados -aquí y en otros países- se distinguen de los de izquierda, entre otros aspectos, por su mayor capacidad para absorber en sus proyectos de gestión pública a tecnócratas, independientes y personas que proceden de campos ideológicos diferentes al propio. Los gobiernos netamente izquierdistas suelen ser dogmáticos, doctrinarios y disciplinados y toman el poder con instantaneidad. Obviamente, no es el caso del Gobierno de Mariano Rajoy, que en punto al pilotaje de la nave de la Administración General del Estado y aledaños, se está moviendo con cierta parsimonia. Comparen los ritmos de este Ejecutivo con la fulminante decisión de Rodríguez Zapatero de retirar las tropas españolas de Iraq a los pocos días de tomar posesión del cargo en 2004. Por eso, frente a la superioridad moral de la que suele alardear la izquierda, hay que oponer la trayectoria de la derecha democrática que comanda Rajoy, que se conduce con unos modales políticos de auténtica cortesía. ¿Excesivos? Quizás sí: la “ejemplaridad” del traspaso de poderes fue una pifia angelical del PP que le ha costado bastante cara en términos políticos y de imagen.
Sin embargo, no se acaban de entender las críticas a Luis de Guindos por haber nombrado a Carmen Vela secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación. Porque una persona de las convicciones de Vela habrá consultado con su conciencia política y ciudadana -y, por supuesto, también con la ética- y habrá cambiado de criterio tanto como haya sido necesario para colaborar lealmente con un Ejecutivo del Partido Popular. Es seguro que Carmen Vela, auténtica viceministra, ya no propugnará -ni lo hará en el futuro- un gobierno socialista presidido por Rubalcaba o Chacón, ni objetará la reforma de la ley del aborto que se propone aprobar en breve el Gobierno de Mariano Rajoy.
De tal manera que Luis de Guindos -cuyo perfil ideológico es inequívoco- lo que ha hecho es unaloable tarea de reclutamiento en parroquia ajena, aumentando la audiencia del Partido Popular en los ámbitos científicos en los que Carmen Vela tiene un magnífico cartel: la Confederación de Sociedades Científicas de España o la Sociedad Española de Biotecnología. Ambas organizaciones se han felicitado por el nombramiento de la secretaria de Estado.No cabría en cabeza alguna que Carmen Vela siguiese militando en el socialismo y en políticas contrarias al Partido Popular y colaborase simultánea y activamente al éxito de la gestión de Mariano Rajoy. De ahí que organizaciones como Hazteoir, anti abortista, que ha remitido al ministro de Economía y Competitividad miles de firmas solicitando la destitución de Carmen Vela, deban estar tranquilas.
La migración desde la izquierda hacia la derecha (una verdadera conversión) es abundante y notoria en algunos ámbitos. Por ejemplo, en el mediático. Hay analistas políticos –a manta de Dios que escribiría el fallecido y recordado Jaime Campmany– que antaño escribían cosas irreproducibles hogaño y que ofician de auténticos oráculos del PP y de la derecha. A ellos, como a Carmen Vela y a otros políticos y empresarios que hicieron gala de afectos bien distintos a los actuales, en el PP, formación en la que disponen de gran influencia democristianos muy reputados y solventes, se les aplica algo parecido a la parábola del hijo pródigo, aunque no conste que la interesada haya pertenecido a la casa popular en épocas pretéritas. De golpe y porrazo -otras veces con más suavidad- se les encumbra sin que este alzamiento disponga de otra significación que mostrar la alegría por el adversario que se pasa a las filas propias (si bien cuando éstas disfrutan de la victoria, porque ya se sabe que la derrota es huérfana). Luego dicen que en la política no existe ni la caridad ni la ingenuidad.
Más allá de ironías, y más acá de dramatizaciones, el foco hay que proyectarlo sobre la nombrada y no sobre el que la designa, porque es ella la que asume el compromiso de coherencia consigo misma y con la sociedad. El Gobierno puede destituirla por el mismo procedimiento por el que la nombró. Cabe considerar -ciertamente- si un/a científico/a en sintonía con la ideología popular y de igual categoría profesional que Carmen Vela hubiese resultado un nombramiento más coherente; es normal tener la tentación de proferir esa frase de “los conversos a la cola”que le espetó el histórico nacionalista vasco Juan de Ajuriaguerra al ex falangista Dionisio Ridruejo; cabe, naturalmente, extrañarse de las velocísimas mutaciones de criterio y de la frágil solvencia ideológica de determinadas personas de relevancia pública.
Pero los españoles de manera recurrente en los barómetros del CIS vienen subrayando que les preocupa la “clase política”. Y si les preocupa, hay que maliciarse que es por cosas como esta conversión -a lo Saulo de Tarso, caído del caballo en el trayecto a Damasco- de Carmen Vela. Hace falta bemoles para protagonizar semejante tirabuzón político-ideológico. Por eso, no hay que ser demasiado estricto en el juicio con Luis de Guindos a propósito de este fichaje que se legitimará ideológica y políticamente con la gestión de la secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación que pese a tan agresiva y contemporánea denominación administrativa encarne una de las más desconcertante y profundas parábolas del Evangelio. Además, piensen los más disgustados militantes y electores del PP con esta decisión, que siempre les quedará el contundente y fulminante Ignacio Cosidó quién lo tiene claro: no quiere hijos pródigos al frente de la Policía en el Ministerio del Interior. ¡Qué cosas pasan!
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 14/1/12