El caso del beso

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • El desahogo del presidente de una entidad «de utilidad pública» ofrece tres capas analíticas, y en las tres hay abuso

El fútbol femenino me interesa tanto como el masculino: nada. Aunque si gana España, bien está. Sí me interesa lo del beso tras las revelaciones de Relevo, cuando el caso ha adquirido tintes oscuros. Aún más oscuros, cabe decir. El desahogo del presidente de una entidad «de utilidad pública» que se toca los huevos junto a la Reina ofrece tres capas analíticas, y en las tres hay abuso.

El beso. No es un pico. El pico se da entre integrantes de un grupo donde la práctica está normalizada. En el pico hay una parte que toma la iniciativa, adelanta la cara y sugiere el contacto con los labios ajenos. El mismo besito convencional que se daría en la mejilla se da en la boca. No es un pico que el hombre agarre la cabeza de la mujer con ambas manos, como si fuera un balón, con los pulgares en las sienes y los meñiques en el hueso occipital, y la bese. O bien existe una relación previa donde ese gesto tenga sentido para ambos, o bien el beso así obtenido constituye una evidente cosificación de la fémina. La firme sujeción física impone un sometimiento que, en este caso, viene agravado por la posición objetiva de poder sobre ella. Cabe llamarla superioridad jerárquica. Todo esto lo confirmó la propia sometida al afirmar que no le había gustado la cosa.

La presión. Siempre de acuerdo con Relevo, el presidente de la Federación presionó emocionalmente a Jenni Hermoso para que mintiera públicamente en descargo del primero. Presión a la que ella se resistió. Rubiales pretendía que la joven apareciera públicamente junto a él pidiendo disculpas. ¿De qué tenía que disculparse la deportista? De nada. Punto. Se preparaba pues un segundo abuso. Pero presionarla para diluir las consecuencias de su acto como si ella fuera culpable de algo es ya un abuso. El segundo. Con una guinda: cuando Rubiales aparece solo en el vídeo que había previsto al alimón, se arroga la representación de ella: «No hubo mala fe por ninguna de las partes». Se encubre, taimado, con ella. ¿Cómo demonios iba a haber mala fe en la deportista, que fue la parte pasiva?

La mentira. La RFEF emitió un comunicado falso. Puso en boca de la futbolista frases que jamás había pronunciado. Frases referidas a un «gesto mutuo» (y dale), «espontáneo», «natural», «de cariño», «de amistad y de gratitud». El invento incluye flores… para el superior: «Su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez». En las declaraciones atribuidas falsamente a Hermoso no falta, por supuesto, una llamada a olvidar el asunto, que es lo que conviene al presidente de la mendaz Federación: «No se puede dar más vueltas al gesto» y «no vamos a desviarnos de lo importante» (que es el triunfo en el Mundial).

Si este análisis les parece feminista, seré feminista. De hecho, también comparto con dicho movimiento (el de verdad) mi rechazo a la ideología de género, que borra a la mujer al convertir su condición en un sentimiento.