Lo que el cierre ya ha demostrado es que el cinismo más absoluto domina buena parte del «mundo del euskera»
El euskera es una lengua que conocen y emplean mejor o peor cerca de un millón de personas. Las instituciones vascas invierten enormes recursos en su promoción e implantación educativa. Es así porque, hasta hace poco, la mayoría de la sociedad vasca creía que, como dice la Constitución, el euskera necesita apoyos excepcionales.
Esta creencia era parte importante del pacto social implícito en el Estatuto. Y digo «era» porque, como está mostrando el caso Egunkaria, este consenso también peligra, empujando a la sociedad vasca un poco más hacia la fractura social. El envilecimiento producto del terrorismo y del nacionalismo étnico ha impregnado en profundidad al llamado «mundo del euskera», según demuestra que la mayoría de éste considere mucho más grave una acción judicial que todos los asesinatos terroristas.
Lo que está pasando no es una consecuencia del idioma, sino de su empleo para el adoctrinamiento sectario. Ninguna lengua determina la mentalidad o la categoría moral de sus hablantes. El mejor modo de apoyar al euskera consiste en tratarlo como lo que es: un instrumento humano de conocimiento y comunicación, sin ideología preconcebida.
Hay muchos nacionalistas que apenas entienden el euskera o lo hablan fatal, como Ibarretxe, pero ETA ha matado a ciudadanos euskaldunes acusados de «españolistas». Cuando algunos dicen «euskera» en tono sublime se refieren a otra cosa: al narcisismo étnico, y también a intereses espurios e inconfesables. Por eso atajan cualquier crítica presentándola como «un ataque contra el euskera». A la sombra de ese tabú intimidador medra una oscura trama de nacionalistas fanáticos y burócratas de la «normalización lingüística» que lleva la voz cantante en el caso Egunkaria.
El revuelo provocado por el cierre ha eclipsado el hecho inexplicable de que un periódico con una tirada declarada de 15.000 ejemplares pudiera mantener una plantilla de 140 empleados. Algo imposible sin generosa ayuda pública, y quizás sin otras menos confesables. La consejera de Cultura, Miren Azkarate, ha liderado la protesta contra la interrupción judicial de ese milagro financiero. Azcarate, profesora de la UPV-EHU que asiste impávida al acoso contra compañeros suyos, también es académica de Euskaltzaindia, la Real Academia de la Lengua Vasca. Reunida tranquilamente en Hernani, que ya es un mérito, Euskaltzaindia ha denunciado a las «personas interesadas en presentar nuestra lengua y nuestra cultura en relación con actividades terroristas que le son absolutamente ajenas».
¿Qué pasa en esas manifestaciones culturales donde con la excusa del apoyo al euskera se jalea a ETA impune y subvencionadamente? ¿Puede ignorarse que ETA justifica muchos de sus crímenes como acciones contra «enemigos del euskera»? ¿Y que por lo general ese «mundo del euskera» manipulado suele otorgar callando? Y eso, en el mejor de los casos. Una de las muchas fotografías de reuniones de apoyo a Egunkaria muestra en primera fila Xabier Amuriza, famoso bertsolari (improvisador de versos) de bondadoso aire patriarcal. En un concurso reciente cantó unos versos dedicados a las escoltas de los 2000 vascos que disfrutan de esa atención, y entre otras perlas produjo ésta: «¿y sabrás tú cuanto te pagan por proteger a unos criminales?» Mensaje homicida tranquilamente divulgado por ETB, la televisión pública vasca (Ortuzar, director de la cosa, se ha justificado con la norma de no censurar ninguna expresión de la cultura vasca). Ese mismo sujeto participó en un acto de apoyo a Batasuna en cuyo transcurso se aplaudieron a rabiar imágenes del atentado del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Manhattan. Seguramente le hubiera gustado verlo a Pete Cenarrusa, el provecto y derechista gobernador republicano de Idaho a quien Martxelo Otamendi, director de Egunkaria, convenció para que apoyara la autodeterminación vasca. Si Cenarrusa comparte la opinión de Azkarraga -y cómo no, la de Maragall-, quien «confía plenamente en el valor supremo de la palabra del director de un medio de comunicación», quizá le sorprenda saber que Otamendi tiene abierta una querella en Estados Unidos por actividades políticas ilegales.
Un grupo de escritores en euskera ha publicado un artículo (El País, 3 de marzo) donde afirman que, tras el cierre de Egunkaria, «planea sobre quienes nos expresamos en euskera la alargada sombra del «delito de opinión», y tendremos conciencia plena de la vigencia de una política de hechos consumados …» Creo que el problema es su afirmación de que la «política de hechos consumados» comienza con los problemas de Egunkaria, así como su presunción de que basta expresarse en euskera para presumir de inocencia absoluta y se diga lo que se diga, o ese fariseísmo que lleva a Atxaga a decir que «ahora estamos peor que en el franquismo». Juicio que, por cierto, también escuché a José Luis López de Lacalle, quien fue detenido, torturado y encarcelado durante la dictadura, pero eso sí, tuvo un juicio y que, como él mismo subrayaba, pudo regresar a su casa, privilegios de los que ETA privó a este amigo asesinado y a centenares de víctimas.
Es obsceno negar que el acoso y tormento diario que tantos vascos sufren desde hace años ni siquiera merezca ser considerado algo tan bobo como «un ataque contra la cultura vasca». Euskaltzaindia sufre por el académico Joan María Torrealdai, ahora detenido y autor del libelo titulado El libro negro del euskera (1998). No se confundan: no es un estudio de las dificultades que afronta la cultura en lengua vasca (como el sectarismo nacionalista o la tolerancia hacia el terrorismo), sino un listado -en castellano- de supuestos enemigos del euskera. Vaya una muestra: Julio Caro Baroja, Javier Marías, Francisco Umbral, el Tribunal Constitucional de 1986 … y Jon Juaristi, Fernando Buesa, Aurelio Arteta, Mikel Azurmendi, Matías Múgica y quien esto suscribe. Pero a Euskaltzaindia nuestra seguridad y libertad le importan un carajo.
El juez del Olmo deberá probar si tenía o no razones para cerrar el periódico. Pero lo que el cierre ya ha demostrado es que el cinismo más absoluto domina buena parte de ese «mundo del euskera» que pretende erigirse en víctima robando el sufrimiento a quienes sufren una verdadera persecución, agravada por su indiferencia.
Carlos Martínez Gorriarán en ABC, 5/3/2003