Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli
- En la planta séptima de Génova 13 anduvieron cortos de capacidad de reacción y decisión
Cabe imaginar el indecible sufrimiento por el que está pasando Carlos Mazón desde el fatídico veintinueve de octubre de 2024. Verse reiteradamente insultado, rechazado, detestado y despreciado por miles de sus conciudadanos ha de repercutir seriamente sin duda en el ánimo del todavía presidente de la Generalitat valenciana. La ristra de muestras de rencor e ira de muchas de las víctimas de las riadas de ahora hace un año durante la ceremonia de rememoración de la tragedia, tanto las perjudicadas materialmente como las que a los daños en sus bienes tangibles añaden el terrible dolor intangible por la pérdida de un ser querido, se habrán clavado como agudos puñales en el alma del primer mandatario levantino. Cualquiera que no sea un auténtico pedazo de piedra, como es el caso, sin ir más lejos, de Pedro Sánchez, incapaz de cualquier asomo de sentimiento humano, debe romperse por dentro en la situación del político alicantino.
A la hora de analizar su caso, hay que comenzar por afirmar sin vacilación alguna que su comportamiento en la fecha de autos fue irresponsable, frívolo, miope, torpe e incompetente. Consumir más de cuatro horas en un almuerzo con una periodista mientras los acontecimientos dramáticos asociados a la dana se precipitaban hacia la catástrofe -una parte apreciable de este tiempo incomunicado- equivale a un capitán de barco que durante un naufragio en el que pasaje y tripulación pugnan desesperados por alcanzar los botes salvavidas se dedica a leer tranquilamente una novela en su camarote. Semejante actitud no admite otros calificativos que inexcusable e imperdonable y, desde luego, le inhabilita para cualquier función pública en el futuro.
«Ahora es nuestro momento»
Sentado lo anterior, que no admite discusión, es obligado señalar que la concentración prácticamente exclusiva de la indignación popular en la figura de Mazón es manifiestamente desequilibrada. Conviene recordar que inmediatamente después del desastre el presidente del Gobierno de la Nación y su equipo de mefistófeles a sueldo vieron la posibilidad de aprovechar las lacerantes circunstancias para debilitar electoralmente al Partido Popular en Valencia y se lanzaron a ello con la ausencia de escrúpulos marca de la casa. La tardanza en movilizar a la UME, la negativa a sacar de sus acuartelamientos al conjunto de fuerzas militares dotadas de vehículos pesados con capacidad de vadeo -a este respecto el contraste con el despliegue en las inundaciones de Bilbao de 1983 es llamativo-, la crueldad del “si necesitan ayuda, que la pidan”, la utilización torticera de la maraña de competencias entre las distintas administraciones en coyunturas de emergencia para retardar tanto como posible la asistencia a los afectados y todo ello expresado con impúdico cinismo en la frase “ahora es nuestro momento” que fue captada por un medio de comunicación en las notas de la ministra de Igualdad en una reunión de coordinación para afrontar la crisis, dibujan una estrategia repulsiva de aprovechamiento del desbordamiento de los barrancos con fines partidistas. Por no mencionar la negligencia de no acometer los trabajos necesarios de prevención ya programados en los años previos por parte del departamento encabezado por Teresa Ribera, que estuvo huida en Bruselas en aquellos días de infausta memoria.
«Una reflexión profunda»
Como les sucede con demasiada frecuencia, en la planta séptima de Génova 13 anduvieron cortos de capacidad de reacción y decisión. En vez de marcarle a Mazón la puerta de salida a las pocas semanas de los acontecimientos y reemplazarlo por la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, han esperado a que el desventurado se cociera en su propia salsa de remordimientos y repulsa ciudadana, dando así gasolina a la maniobra de desvío de culpabilidades del Ejecutivo central al autonómico. Tampoco fue un acierto la ovación con la audiencia puesta en pie a Mazón en el Congreso Nacional del PP del pasado julio ni la declaración tras los mortíferos caudales desatados de que “El Estado de las Autonomías ha funcionado”, cuando lo que demostraron los agobiantes sucesos de hace doce meses en los alrededores de la ciudad del Turia fue precisamente lo contrario, que el galimatías competencial de la estructura territorial de España y las distintas mayorías partidistas en los diferentes niveles institucionales conducen al caos y a las malignas operaciones de utilización de las emergencias en la lucha despiadada entre siglas.
Mazón ha anunciado que se dispone a “una reflexión profunda” después de la humillación a la que fue sometido en el reciente funeral laico, colocado en tercera fila y sin opción a saludar a las víctimas, propósito que apunta a una pronta dimisión. Claramente abandonado a su suerte por su partido, consciente de ser ya un juguete roto para el resto de su vida, sólo le queda el consuelo de su familia y de sus íntimos que deberán aplicarse muy intensamente a sostenerle para evitar que caiga en un desánimo irreversible.