Ignacio Camacho-ABC

  • La foto con Aldama no deja margen para evasivas. Urgen explicaciones precisas. Y tal vez tenga que pedirlas la justicia

Poco ha durado el impacto de la autodestrucción y linchamiento de Errejón en esta política de escándalos cotidianos. En realidad se trataba de un estruendo muy sobredimensionado porque los asuntos de sexo destilan un morbo irresistible en la sociedad del espectáculo, pero su protagonista no era al fin y al cabo más que un dirigente secundario de una fuerza en declive cuyos componentes conspiran entre sí sin descanso. Quizá lo más sorprendente del caso haya sido la renuncia a la presunción de inocencia por parte del propio interesado, abducido por el relato moral sesgado que él mismo contribuyó a crear en su ofuscamiento sectario. Ya lleva lo suyo, pecado y penitencia, y a partir de ahora sólo deben pronunciarse los tribunales. Punto y aparte. Hay en la vida pública española otro escándalo mucho más importante que este escabroso culebrón de ardores genitales. Se le empezó llamando ‘caso Koldo, luego derivó en ‘caso Ábalos’ y acaba de entrar en la tercera fase. La del ‘caso Sánchez’.

La fotografía publicada por ‘El Mundo’ es un salto cualitativo que sitúa al jefe del Gobierno ante un severo compromiso. Cualquier personaje de relieve puede hacerse una selfi con un desconocido, pero esa imagen junto a Víctor Aldama –tomada por Koldo en una zona de acceso restringido– es susceptible de meter al presidente en un grave aprieto judicial y como mínimo en un conflicto político. Aldama es, según el relato de la Audiencia Nacional, el hombre clave de una red de corrupción con acceso al ministro a quien el presidente había otorgado máxima confianza en su núcleo más restringido. Está involucrado en la compra de mascarillas, en la visita de Delcy Rodríguez a Barajas, en las casas de veraneo de Ábalos, en el rescate de Air Europa y Globalia, ‘casualmente’ la compañía que patrocinó la primera cátedra de Begoña Gómez en una universidad privada. Suyas son las referencias a «el 1» en las conversaciones intervenidas a la trama.

Hasta ahora, «el 1» se ha negado a contestar si lo conocía. Ha sido preguntado varias veces de forma específica y ha respondido con evasivas. El margen de duda se disipa con esa fotografía, sin que el aparato monclovita ofrezca otra reacción que la de compararla con la de Feijóo junto a un narco de Galicia. Pero falta una explicación precisa, ante la opinión pública, ante el Parlamento y eventualmente ante la justicia. Porque esto no son las denuncias sobre Errejón y sus urgencias; está por medio una investigación procesal respecto a decisiones gubernamentales muy concretas. La instantánea junto al influyente conseguidor sitúa a Sánchez cerca de una declaración testifical en la que tendría que ofrecer las respuestas que viene escamoteando a la oposición y a la prensa: si se reunió con Aldama, cuántas veces, en qué contexto, con qué motivo y en qué fechas. Ante un instructor togado no puede mentir. No sin consecuencias.