Carlos Herrera-ABC
- Ante un panorama semejante cabe preguntarse dónde está el límite
La supervivencia de Sánchez, a medida que pasan los días, se asemeja a los milagros de Molokai, la isla hawaiana donde el Padre Damián curó a leprosos y consoló a moribundos. Las últimas revelaciones de los informes de la UCO referentes al caso Delcy, caso Ábalos, caso Sánchez, estrechan el embudo de las pruebas que sitúan al sanchismo en el agobiante pasaje que desvela el iceberg que se oculta tras la punta conocida en estos días recientes. La visita de la indeseable vicepresidenta venezolana era conocida por el jefe de Gobierno y aprobada, al decir de las investigaciones de la Guardia Civil, tras haber recibido el anuncio por parte del ministro Ábalos, el mismo que ha dado seis o siete versiones de lo que ocurrió aquella noche en la que la muchacha se presentó en Barajas con cuarenta misteriosas maletas de las que no conocemos el contenido ni el destino. A buen seguro, el equipo de ‘opinión sincronizada’ elaborará un relato en el que se respaldará la intención del gobierno de recuperar los dineros que se adeudaban a empresas españolas al precio que fuera, pero todos sabemos que eso no es más que una visión angelical de la trama que urdían, paso a paso, los Aldama, Koldos, Ábalos y demás hierbas de un entramado que aún no sabemos calibrar hasta dónde llega. Estamos, probablemente, ante la punta de un iceberg que puede derrumbar, sin lugar a dudas, el castillo de naipes del sanchismo.
¿Qué presidente puede soportar el acarreo de adversidades que padece el titular del gobierno de España? La investigación sobre los tejemanejes de su esposa hace que entre ambos se establezca un diario reproche mutuo: mira lo que me pasa por tu culpa, se dicen el uno al otro. La amenaza de un socio delincuente tambalea la aprobación de unos presupuestos. Las andanzas de un hermano y la complicidad de Hacienda sobre sus declaraciones completa su panorama familiar. La imposibilidad de cumplimentar la ley que permita el concierto pactado con ERC compromete el apoyo parlamentario de esa formación y la propia presidencia tranquila de su hombre en Cataluña, el sereno Illa. El pacto infame y secreto con Batasuna mediante el cual Txapote se paseará por la calle en un par de meses pesará, sin duda, sobre sus espaldas. Las escaramuzas de algunos miembros de su partido que huelen ya la tragedia y comienzan a colocarse en una posición ventajosa hacen el resto. Ante un panorama semejante cabe preguntarse dónde está el límite que hace que un sujeto pueda mantenerse al frente de un gobierno con un mínimo de capacidad de gestión. Sánchez es capaz de todo, incluso, como un decrépito emperador romano, de ofrecer cualquier cosa a sus cómplices con tal de permanecer en el poder, sea un referéndum o un volquete de dinero extraído de forma confiscatoria a los ciudadanos, pero el sentido común más elemental, por ajeno que parezca a los votantes más cerriles del izquierdismo sectario, señala el final angustioso de un pasaje dramático de la historia contemporánea de España. Que sea pronto.