Javier Caraballo-El Confidencial

  • Si le ha dado la puntilla a Ciudadanos ya se verá mañana, aunque de momento le será difícil que alguien pueda confiar en su palabra

Se equivocó Arrimadas, se equivocaba. Pensó que da lo mismo el norte y el sur, el viento y el agua; se equivocaba. Por ir al centro comenzó a dar vueltas, mareada, y confundió los cimientos con las fachadas. Pero el centro no es reolina ni veleta; la política no es sinsentido ni táctica apresurada. Si le ha dado la puntilla a Ciudadanos ya se verá mañana, aunque de momento le será difícil que alguien pueda confiar en su palabra.

Una vez más naufraga el centro político en España porque sus dirigentes no han sabido entender lo más simple del concepto, que el centro reformista, en un país tan cainita como es el nuestro, tan dado a las banderías, solo puede prosperar cuando representa principios y reformas, y las mantiene sobre la mesa sin que lo determinante sea quién esté sentado al otro lado; lo esencial es lo que se pacta, no con quién se pacta. Para todo lo demás, ya están las izquierdas y las derechas, con sus alianzas prefijadas y sus cordones sanitarios, porque no caben más que los que comparten la misma bancada.

El centro tiene que ser otra cosa, si se quiere, puede entenderse incluso como una bisagra, pero cuando gira hacia la derecha o hacia la izquierda, solo es por lo que se pacta, no por con quién se pacta. Las reformas encima de la mesa, que es lo que nos hace más falta, y cuando salgan adelante será al centro a quien haya que agradecerlo por haber antepuesto las promesas a las artimañas.

PSOE y Ciudadanos presentan una doble moción de censura en Murcia

Ciudadanos tiene como apellido ‘el Partido de la Ciudadanía’ porque en sus orígenes, con Albert Rivera desnudo, defendió la necesidad de un partido político nuevo en España que se alejara decididamente de la constante polarización de la política, blanco o negro, conmigo o contra mí. Sobre todo en Cataluña, aunque en 2006 todavía faltaban muchos años para el colapso. “Ha nacido tu partido. Solo nos importan las personas. No nos importa dónde naciste. No nos importa la lengua que hablas. No nos importa qué ropa vistes. Nos importas tú”. Mientras se mantuvo en esa línea, el partido fue creciendo hasta que, cuando los éxitos llegaron, olvidaron quienes eran, de dónde venían y qué representaban.

Los dos errores garrafales que ha cometido Ciudadanos tienen que ver con esa desorientación letal para un partido que solo tiene el sustento de su centralidad reformista. Primero, la ‘foto de Colón’, con la que el partido se escoró a la derecha y se sumó al cordón sanitario contra el Partido Socialista. Con 50 escaños en el Congreso de los Diputados, pudo favorecer un Gobierno socialista a cambio, no de sillones en el Consejo de Ministros, sino de reformas, como las que tres años antes habían plasmado en un documento Pedro Sánchez y Albert Rivera (febrero, 2016) con 200 medidas para un Gobierno “de progreso y reformista”. Se trataba de favorecer un Gobierno socialista en minoría y adentrarse en una legislatura en la que cada apoyo le hubiera costado a Pedro Sánchez una de las reformas que acordaron. Pero prevaleció el veto de Colón y lo que sobrevino fue el descalabro en las siguientes elecciones.

Para corregir la derechización de Ciudadanos, tras la marcha de Rivera, lo que se precisaba era una vuelta a los orígenes. Igual que Julio Anguita repetía aquello del ‘programa, programa, programa’, un partido de centro tiene que ceñir su discurso a las ‘reformas, reformas, reformas’. Como no se vuelve al centro es con un volantazo para cambiar el rumbo, que es lo que ha hecho Inés Arrimadas, para desconcierto de sus propios compañeros, que se enteraron ayer de lo sucedido por las noticias de los periódicos, como le ocurrió a Toni Cantó, que pronto debería volver espantado a los escenarios.

¿Por qué han roto el pacto de gobierno en Murcia? Nadie que se tome en serio a sí mismo debería asegurar que todo se debe al escándalo de las vacunaciones irregulares y a la lucha contra la corrupción. Entre otras cosas, porque en el paquete se han incluido dos instituciones tan distintas que ni siquiera en las dos ganó las elecciones la misma fuerza política, en el Gobierno autonómico la primera fuerza política fue el PSOE, y Ciudadanos lo dejó sin presidencia, y en el ayuntamiento se impuso el PP, y Ciudadanos ahora le va a arrebatar la alcaldía.

Eso no es centro ni bisagra, se llama de otra forma, veleidad. En otro tiempo, quizás en otra España, con otra situación política, una ruptura como la de Murcia no hubiera trascendido de una bronca regional o local, pero las consecuencias ahora son exponenciales. Un terremoto político en toda España, en plena pandemia, pendientes de la recuperación económica y social, por el reajuste de un partido político a costa de la estabilidad institucional. Que en el epicentro de ese embrollo enorme esté un partido político como Ciudadanos es de una extraordinaria gravedad, aunque en absoluto se le puede achacar todo lo ocurrido ayer a partir de la crisis murciana.

En consecuencia, ¿desaparecerá Ciudadanos? Es lo más probable a corto y medio plazo, porque no es la primera vez que pasa. El centro político en España, como ya se ha apuntado alguna vez aquí, es una aventura de riesgo, porque en la sociedad siempre priman las banderías; los partidarios y los incondicionales de la izquierda o la derecha. El CDS de Adolfo Suárez quizá suponga ahora el mejor guion para vaticinar lo que le espera a Ciudadanos.

En 1989, se alió con el Partido Popular para desbancar al PSOE del Ayuntamiento de Madrid, aunque había ganado las elecciones municipales, comenzó a bajar y, para enmendarlo, en 1990, en un congreso en Torremolinos, aprobó que su socio prioritario sería el PSOE en todas las instituciones. En 1991, se precipitó al vacío y Suárez dimitió. Nunca más volvió a la política. De la foto de Colón al esquinazo de Murcia y, entre las dos, un partido que ha dejado de tener sentido político porque ya es imposible saber cuál es el criterio que los guía y los principios que defienden.