La investigación por la presunta interferencia de Rusia en las elecciones de EEUU rodea la Casa Blanca. El fiscal especial del caso, Robert Mueller, está tratando de desvelar si el presidente de EEUU, Donald Trump, cometió el delito penal de obstrucción de la justicia no solo con el FBI, sino también con la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, según sus siglas en inglés), según informan los diarios The Washington Post y The Wall Street Journal.
Entretanto, la posición de Trump en el Senado de EEUU parece haberse debilitado. Esa cámara del Congreso aprobó ayer por una abrumadora mayoría –98 votos a favor y dos en contra– un proyecto de ley que establece una serie de sanciones económicas contra Rusia por su intervención en las elecciones presidenciales. El documento afecta a sectores claves para la economía rusa, como la minería, la construcción naval y el transporte ferroviario. También establece medidas contra los piratas informáticos que actuaron en los comicios – presumiblemente, en coordinación con el Kremlin – y hace prácticamente imposible que Trump pueda eliminar sanciones.
Otro signo de que lo que hay en materia de política exterior entre la Casa Blanca y el Capitolio es, más que falta de sintonía, una guerra abierta, es una enmienda de ese proyecto de ley que fue introducida en el último momento y que contó con el voto favorable de los 100 senadores, que establece «la importancia estratégica del Artículo V» del Tratado del Atlántico Norte que establece que cualquier ataque contra un miembro de la OTAN será considerado agresión contra todos los componentes de esa alianza militar.
Trump había provocado una crisis en las relaciones entre Europa y Estados Unidos hace dos semanas, cuando en su discurso en la reunión de la OTAN en Bruselas no mencionó el Artículo V, a pesar de que en la versión de las palabras del presidente que la Casa Blanca entregó a los medios de comunicación sí se incluía esa referencia. El hecho de que Trump decidiera eliminar cualquier mención al Artículo V provocó una oleada de pánico a ambos lados del Atlántico porque implicaba cuestionar la esencia misma de la OTAN.
El viernes pasado, ante preguntas de los periodistas, Trump sí declaró que EEUU «está absolutamente comprometido» con esa parte del Tratado del Atlántico Norte. Paradójicamente, la única ocasión en la que el Artículo V ha sido invocado fue cuando los aliados europeos lo hicieron para apoyar a EEUU tras los atentados del 11-S. Trump hizo su profesión de fe en una rueda de prensa con el primer ministro de Rumanía, Klaus Iohannis, en la que, sin embargo, se negó a respaldar las declaraciones de su interlocutor de que Rusia es una amenaza para ese país.
Así pues, el divorcio entre la Casa Blanca y el Senado en el Rusiagate es total. Pero eso no significa, ni mucho menos, que Trump esté aislado políticamente. El proyecto de ley con las sanciones a Rusia debe ir ahora a la Cámara de Representantes, donde el presidente cuenta con mucho más respaldo. La totalidad de los escaños de la Cámara se renuevan el año que viene, y la mayor preocupación de los representantes republicanos es que les salga en las primarias de esas elecciones un rival por la derecha que les acuse de traicionar a Trump.
De hecho, las encuestas revelan que el presidente sigue teniendo un apoyo sólido, aunque a la baja, entre los votantes republicanos. El 62% de los ciudadanos que apoyan a ese partido se declara «poco o nada preocupado» por la trama rusa, de acuerdo con una encuesta de Ap.
Ese grupo de votantes, en su mayor parte conservadores en materia social, son los más movilizados políticamente. Y, por consiguiente, los que votan en las primarias. Entre la opinión pública en general, sin embargo, la popularidad de Trump ha caído hasta un mínimo del 38%.
Eso implica que los independientes están abandonando el barco de Trump. Y, si bien es cierto que esos independientes son los que deciden las elecciones, no lo es menos que ese papel clave sólo lo ejercen en las presidenciales. En las elecciones a la Cámara de Representantes, los distritos electorales están diseñados para que beneficien al partido en el poder, por lo que la mayor parte de los congresistas de esa formación no tienen excesiva presión para abandonar a Trump.
Ahora bien, Trump, fiel a su estrategia, no ha cedido un ápice. Ayer recurrió de nuevo a Twitter para denunciar las noticias sobre la investigación. «Se inventaron una falsa historia de colusión con los rusos, no encontraron pruebas, así que ahora van a por la obstrucción de la Justicia en la falsa historia. Qué bien», escribió en la red.
La presencia online de Trump es una formidable herramienta para mantener enfervorecidos a sus seguidores. Pero su impacto en las instituciones políticas de EEUU es exactamente el contrario. Una frase de un asesor anónimo del presidente filtrada ayer a la prensa estadounidense resume la posición al respecto del círculo más cercano de Trump: «Por Dios, que le quiten el teléfono».
Así pues, el Senado ya habla abiertamente de interferencia de Rusia. Y más aún después de que Bloomberg citara el lunes un informe de los servicios secretos que declaraba que el espionaje militar ruso trató de interferir con los sistemas de voto electrónico de 39 de los 50 estados de EEUU. Pero Trump se mantiene firme en sus posiciones. Y, con él, la mayor parte del Partido Republicano. De hecho, el Comité Nacional Republicano ha enviado a los altos cargos del partido un documento con el mensaje a la prensa sobre el Rusiagate: todo es un complot.