Ignacio Varela-El Confidencial

  • Uno de cada tres madrileños votaría de forma distinta en las elecciones generales y en las autonómicas que se celebraran el mismo día

Imagine que se convocan simultáneamente elecciones generales y autonómicas en Madrid. Los ciudadanos encontrarán dos urnas: la primera les pedirá que expresen su preferencia para el Gobierno de España y la segunda, por el de la Comunidad de Madrid. IMOP-Insights ha hecho precisamente eso: preguntar a los entrevistados qué harían si tuvieran que tomar esa doble decisión en el mismo acto.

Supongamos una participación del 71%, próxima al 4-M (71,3%) y a las generales de 2019 (70,6%). Con el censo actualizado a 1 de octubre y sin contar a los residentes en el extranjero, tendríamos 3.396.563 votos que contar en ambas urnas. (Para facilitar la lectura, a partir de aquí las cifras se redondean y se expresan en miles de votos: 250 significa 250.000).

En la información de Itziar Reyero tienen el resultado estimado en porcentajes de voto y escaños. La traducción en votos reales sería la siguiente:

Partido Generales Autonómicas
PP 1.114 1.607
PSOE 778 547
Vox 673 316
UP 353 194
Más Madrid 255 608
CS 132 78
Otros / Blanco 92 48
Derecha (PP-Vox-CS) 1.919 2.001
Izquierda (PSOE-UP-MM) 1.386 1.349

Impresionante. Al pasar de la urna de las generales a la de las autonómicas, resulta que dos partidos crecen espectacularmente: el PP de Ayuso recolecta 493.000 votos más que el de Casado y Más Madrid con Mónica García supera a Más País de Errejón en 353.000 papeletas.

En contraste, todos los demás partidos sufren el tránsito: entre las generales y las autonómicas, el PSOE se deja 231.000 votos, Unidas Podemos pierde 159.000, Vox extravía la friolera de 357.000 votantes y Ciudadanos, ya casi exangüe, aún pierde 54.000 votos más.

La noticia de esta encuesta es que uno de cada tres madrileños votaría de forma distinta en las elecciones generales y en las autonómicas que se celebraran el mismo día. Bienvenidos al voto dual en Madrid, un fenómeno bien conocido en otros lugares de España, pero que siempre fue residual en un territorio en el que el voto tiene históricamente un fortísimo carácter posicional, de adhesión a la marca.

¿Qué ha pasado para que se produzca este movimiento sísmico? Centremos la atención en el Partido Popular y Más Madrid, los dos partidos que protagonizan el hecho diferencial madrileño en las elecciones regionales.

Pablo Casado tendría 1.114.000 votantes en las elecciones generales. Prácticamente, todos ellos apoyarían también a Ayuso en la segunda urna. Ese sería el indicador de la fuerza actual del PP en Madrid: no parece haber votantes específicos de Casado más allá de los que aporta la marca. Pero cuando la elección se regionaliza, la aparición de Ayuso en el escenario actúa como la poción mágica de Astérix: esa fuerza inicial se multiplica y la candidata añade a la marca cerca de medio millón de votantes adicionales.

En las generales votaría a…
PP Vox Cs Más País PSOE UP
PP 87 43,9 29,4 0 1,6 0
Vox 0,6 54,1 0 0 0,6 0
En las autonómicas votaría a… Cs 0 0 42,8 0 0 0
Más Madrid 0 0 7,8 67,1 13,4 32,3
PSOE 0,6 0 0 0 67,9 13,3
UP 0 0 0 13,9 1,5 49

Lo que ocurre es, fundamentalmente, que cuatro de cada 10 personas cuyo partido preferencial es Vox (al que apoyan en las generales), al pasar a la segunda urna abandonan su marca y se entregan entusiásticamente al nuevo icono social de la derecha, a la que puntúan con nada menos que un sobresaliente (8,7). Su posición es clara: Abascal para España, Ayuso para Madrid. Algo parecido sucede con los escasos fieles que le quedan a Ciudadanos: votarán a Arrimadas, pero el 30% de ellos anuncia que se irá con Ayuso en las autonómicas.

Como resultado de todo ello, el pastel de la derecha se hace mayor en la urna autonómica (58,9%) que en la general (56,5%). Y lo que es más importante, la cuota del PP dentro de la derecha pasa del 58% en generales al 80% en autonómicas. Ayuso ha conseguido en Madrid el sueño aznarista que el PP lleva persiguiendo desde 2015: restablecer la hegemonía de la derecha sobre la izquierda y unificar la derecha con un liderazgo incuestionable.

Ayuso ha conseguido restablecer la hegemonía de la derecha sobre la izquierda y unificar la derecha con un liderazgo incuestionable 

Su víctima principal es Vox. El partido de la extrema derecha mantiene en generales un rampante 20% de intención de voto, varios puntos por encima de su media nacional. Pero se desinfla hasta el 9% en las autonómicas, con sus votantes deslumbrados por el ‘núcleo irradiador’ de la presidenta madrileña. El PP ya tiene dos líderes autonómicos, Feijóo y Ayuso, que, por caminos muy diferentes, han encontrado el antídoto frente a Vox, algo que Pablo Casado está aún muy lejos de conseguir.

Este fenómeno astral puede tener dos explicaciones: una es que cuando el triunfo de la derecha se hace verosímil, los votantes de esa tendencia se agrupan en torno a la fuerza que encabeza el bloque. Esa tesis es más favorable para Casado, ya que, a medida que su propia victoria gane verosimilitud, también se beneficiaría de ese ‘efecto bandwagon’.

La otra explicación remite directamente a la fuerza arrolladora del liderazgo personal de Isabel Díaz Ayuso, que sería personal e intransferible (y no se sabe todavía si limitado a Madrid o extensible al resto de España). Yo diría que algo cierto hay en las dos hipótesis, pero la segunda está comprobada empíricamente mientras la primera pertenece aún al género especulativo. Cualquiera diría que no es prudente oponerse por la vía orgánica a un ciclón que viene con fuerza 5 impulsado por las urnas. Más les vale a Casado y Teodoro saber a qué están jugando.

En cuanto a la izquierda, el fenómeno dual es también muy visible: de los 778.000 madrileños que votarían al PSOE en unas elecciones generales que se celebraran mañana, más de 100.000 (13,4%) dividirían su voto apoyando a Más Madrid en la urna autonómica. Lo mismo haría uno de cada tres votantes de Unidas Podemos (si bien en este caso existe la incertidumbre sobre cómo se configurará electoralmente ese espacio en el próximo ciclo electoral). Si la diferencia de tirón electoral entre Casado y Ayuso es notable y da que pensar, la que existe entre Íñigo Errejón y Mónica García es para hacérselo mirar.

Los madrileños parecen haberle cogido gusto al saludable hábito de responder libremente en cada caso a la pregunta específica que les formula la urna, lo que reduce progresivamente el universo de eso que en los cuarteles generales de los partidos llaman ‘los nuestros’. El día en que se convenzan de que ‘los nuestros’ no existen, quizás empiecen a arreglarse algunas cosas.