RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 09/02/15
· Hacer ejercicio es una de las pocas cosas en las que coincide el islamismo con Occidente.
No. Descuiden. No les voy a hablar de la gala de los Goya. Confieso que empecé a verla. Pero en cuanto me encontré con un escenario repleto de artistas cantando «Resistiré» temí un alegato y puse otra cosa. Leo en ABC que fue la gala menos politizada de los últimos años. Me da una alegría. Pero por no aguantar a Pedro Almodóvar arremetiendo contra el ministro de la cosa, según también he leído, me alegro de habérmelo ahorrado.
Horas antes vi una película –casi un documental– que me estremeció. Una producción que se llama «Timbuktu», que es como los franceses llaman a Tombuctú. Es difícil unir en una película más belleza y más crueldad. Escribía ayer en estas páginas Ignacio Camacho sobre cómo el Rey Abdalá de Jordania se ha enfrentado solo a los asesinos del Terrorismo Islámico y cómo nosotros sólo reaccionamos cuando vemos caer a uno de los nuestros y luego nos olvidamos de lo que allí ocurre. Porque ojos que no ven, corazón que no siente. Casi todo está en el refranero.
Aunque nosotros sólo nos acordemos de la barbarie que se está imponiendo en nombre del islam en esos casos, en realidad ocurre cada día. Son millones los seres humanos a los que se tortura y asesina en nombre de Alá. Y sería un inmenso paso adelante que los gobiernos de países de la «umma» islámica empezaran a defender a los suyos con las armas. Quizás el islam sea una religión de paz. Pero aunque lo sea, tendrá que emplear las armas para defenderse de quienes vierten sangre cada día en su nombre.
La película de Aderrahmane Sissako nos cuenta la vida cotidiana en un Malí en el que los terroristas de Ansar Dine –no se les menciona por su nombre– toman el poder. Cómo hacen la vida imposible a la población: le prohíben fumar, oír música, obligan a las mujeres a ponerse guantes para que sus manos no inciten al varón al pecado y hasta declaran ilegal jugar al fútbol, lo que da lugar a una escena casi hilarante en la que el equipo local, que se entrena jugando un partido sin balón, soñando cada movimiento de la pelota, al ver llegar a unos guardas religiosos transforma su actividad en ejercicios físicos varios para estar en forma. Deber hacer ejercicio es una de las pocas cosas en las que coincide el islamismo con Occidente.
La película es de una dureza descarnada, incluida la lapidación de una pareja condenada por un sedicente adulterio: no estaban casados y fueron capturados en una habitación, con otras personas, escuchando música. Imperdonable.
Esto ocurre cada día, pero nuestra progresía ni se inmuta. Se rebela contra la sequía y las inundaciones porque tienen el peor origen posible: son obra de Dios, que es malo malísimo. Pero cuando en nombre de otro «dios» se asesina por oír música, o se dan cuarenta latigazos por jugar al fútbol, de eso no se habla. Quizá porque en nombre de ese «dios» se quiere acabar con la civilización en la que vivimos usted y yo.
RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 09/02/15