EL CONFIDENCIAL 09/05/15
· El reciente sondeo del CIS, que pronostica la pérdida de hasta siete mayorías absolutas del PP, y la parálisis política en Andalucía, presagian un ciclo de gran inestabilidad tras las elecciones del 24-M
El sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hecho público el jueves, que pronostica la pérdida de hasta siete mayorías absolutas del PP, y la parálisis política que vive Andalucía, donde la socialista Susana Díaz no ha sido capaz de sumar los apoyos necesarios para su investidura como presidenta de la Junta, presagian un ciclo de gran inestabilidad tras las elecciones municipales y autonómicas del próximo día 24, a causa de la quiebra del bipartidismo y la enorme fragmentación del voto, dos fenómenos casi inéditos hasta ahora en España.
La época de las mayorías absolutas ya es historia. Con la única excepción de Castilla y León, donde el PP mantiene su incontestable hegemonía, ninguna de las otras 12 comunidades autónomas que irán a las urnas dentro de dos semanas será gobernada en solitario por un único partido, según refleja el último sondeo del CIS. Ese viejo escenario, en el que populares y socialistas solían alternarse en el poder con sólidas mayorías, será reemplazado a partir de ahora por un amplio abanico de ejecutivos autonómicos y municipales en minoría -sustentados mediante acuerdos puntuales con otros partidos- y coaliciones o alianzas de gobierno a dos, tres o más bandas.
Es cierto que, pese a sufrir un desplome histórico en intención de voto, el PP seguirá siendo la lista más votada en ocho comunidades autónomas: Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón, Castilla-La Mancha, Cantabria, La Rioja y Murcia. Sin embargo, los populares quedarán en todos esos territorios a años luz de la mayoría absoluta, por lo que no podrán gobernar en solitario y tendrán que buscar alianzas. El problema del PP es que, salvo Ciudadanos, prácticamente no tiene aliados naturales en el centro-derecha y la derecha, por lo que dependerá en gran medida de la voluntad del partido de Albert Rivera para mantenerse en el poder.
El ejemplo de Andalucía, con un vencedor en minoría -en este caso, el PSOE- y los partidos de Pablo Iglesias y Rivera como árbitros, se repetirá en otras muchas comunidades autónomas e infinidad de grandes ayuntamientos. Pero todo parece indicar que tanto Podemos como Ciudadanos venderán muy caro su apoyo al PP o al PSOE para que puedan gobernar, como ha quedado patente esta misma semana en el Parlamento andaluz, escenario de la impotencia de Díaz por su incapacidad para seducir a los cuatro partidos de la oposición. Si ese escenario de incertidumbre -la sombra de unas nuevas elecciones sigue planeando sobre el palacio de San Telmo- se proyecta en otras comunidades y municipios, asistiremos a una etapa de gran inestabilidad política e, incluso, de ingobernabilidad.
Los ejemplos de la tormenta política que se avecina a causa de la atomización del voto son casi incontables. Barcelona puede servir como botón de muestra. El barómetro del CIS da la victoria en el Ayuntamiento de la capital catalana a Barcelona en Comú, un contenedor que integra a Podemos, Iniciativa per Catalunya-Verds, Esquerra Unida i Alternativa -la marca de IU en Cataluña-, Equo y Procés Constituent. Sin embargo, los 11 concejales que el sondeo otorga a esta plataforma de izquierdas liderada por la activista antidesahucios Ada Colau quedan muy lejos de los 21 que marcan el umbral de la mayoría absoluta.
El apoyo de los concejales soberanistas de ERC (4) y la CUP (2) sería insuficiente para hacer alcaldesa de Barcelona a Colau, a menos que los socialistas del PSC que lidera Miquel Iceta le prestasen sus escuálidos cinco escaños a Barcelona en Comú, o que CiU y su cabeza de lista municipal, Xavier Trias, hicieran lo propio, dos pactos que, hoy por hoy, se antojan inverosímiles o, cuando menos, muy lejanos. Eso sin contar con que a la fragmentación del voto se suma la volatilidad y la indecisión de los votantes: esta misma semana, una encuesta del diario La Vanguardia daba el triunfo a CiU (8 concejales) en detrimento de la plataforma de Colau. Sea cual sea el resultado final, el vencedor se enfrentará a enormes dificultades para sumar apoyos.
El tablero político resulta aún más endiablado en Navarra, donde hasta ocho formaciones distintas se sentarían en el Parlamento autonómico
El tablero político resulta aún más endiablado en Navarra, donde hasta ocho formaciones distintas se sentarían en el Parlamento autonómico. Unión del Pueblo Navarro (UPN) sería el partido más votado con 11-12 parlamentarios, pero Podemos, con 11 y sólo unas décimas menos de intención de voto, le pisa los talones. A continuación, otros cuatro partidos separados por una horquilla de apenas dos escaños -EH Bildu, PSOE, Geroa Bai y Ciudadanos-, y ya más descolgados aparecen el PP, con tres diputados, y la Coalición de Izquierda, con dos.
Salvo en Asturias y Extremadura, donde el PSOE será la lista más votada, aunque, de nuevo, muy lejos de la mayoría absoluta; en Canarias, donde se impondría, por un margen muy estrecho, Coalición Canaria; y en Navarra, con UPN a la cabeza, el PP será el partido más votado en el resto de comunidades, además de Ceuta y Melilla. Pero en todas ellas sólo podrá gobernar si Ciudadanos le presta su apoyo. Y aún está por ver si el partido de Rivera acepta retratarse, a pocos meses vista de las elecciones generales, pactando con los populares en varios frentes y corriendo el riesgo de ser percibido por los electores -y por sus propios votantes- como una formación que contribuye a que el PP se perpetúe en el poder.