Ignacio Camacho-ABC
- La irrupción de Trump exige a la derecha liberal estrategias de respuesta. Y la única no permitida es la incomparecencia
Hay que empezar de nuevo. La irrupción de Trump en el tablero global encaja en el fenómeno epistemológico del cisne negro, el hecho sorpresivo cuyo enorme impacto obliga a revisar todos los planteamientos previos. En el orden de relaciones entre potencias, en el plano europeo y en el español, por supuesto, aunque pintemos entre poco y muy poco en este juego cuya escala sobrepasa nuestras cuitas de país pequeño. De repente, los marcos de esta legislatura han dejado de servir y los ejes del debate han mutado. Los agentes públicos deben reprogramar sobre la marcha estrategias, proyectos, argumentos y cálculos, so pena de quedarse anclados en medio de un proceso de grandes cambios. El único parámetro fijo respecto de hace dos semanas es que los nacionalistas, Puigdemont en concreto, seguirán teniendo la llave del mandato, pero más allá de ese factor ha aparecido un inesperado abanico de variantes sobre el escenario.
En condiciones normales, ya tan lejanas, un movimiento de la envergadura y las repercusiones del que Estados Unidos y Rusia han iniciado provocaría un inmediato diálogo entre los dos grandes partidos. Esa posibilidad simplemente no existe en España, donde el ambiente político está envenenado por el empeño explícito de Sánchez en levantar muros de frentismo y convertir a los adversarios en enemigos. El jefe del Gobierno ha entrevisto además un resquicio de esperanza para levantar sus pésimas expectativas electorales y la negociación de Estado no forma en absoluto parte de sus prioridades. La necesidad de aumentar la inversión en Defensa, rechazada por todos los socios de la alianza Frankenstein, debería suponer un obligatorio acercamiento entre socialistas y populares. Eso sería lo natural, lo lógico, lo esperable. Lo probable, sin embargo, es otro cruce de reproches recíprocos entre declaraciones altisonantes que nadie recordará pocos minutos después de pronunciarse.
Es obvio que el presidente va a tratar de capitalizar la inquietud ciudadana levantando la bandera contra Trump para golpear con ella a la derecha, cuya facción ultra se aferra a un trumpismo de brocha gruesa que se retroalimenta con la táctica sanchista en la clásica pinza dialéctica. Lo que falta por saber es qué hará el PP en una tesitura como ésta, donde no está permitida la incomparecencia. Tiene una oportunidad de las que entran pocas en docena para mostrar un discurso de responsabilidad europeísta y patriótica, una alternativa serena y racional frente a la gesticulación, la enormidad, el exabrupto y la histeria. Eso requiere en primer lugar tenerla, en segundo término saber comunicarla con técnicas modernas, y en tercero olvidarse de Vox, actuar como si no existiera. Si el liberalismo falla en una misión que afecta a su propia esencia, Sánchez emergerá montado sobre el cisne como aquel Lohengrin de la leyenda. La enésima impostura de su carrera.