Tonia Etxarri-El Correo

Desde que ha aparecido el ‘cisne negro’ de ETA en el último tramo de la campaña electoral, desbordando las aguas que discurrían apaciblemente por la travesía vasca, quienes más forzaron su indignación, los socialistas, se han apresurado a matizar su impostación. Porque la novedad no ha sido que el candidato de EH Bildu no haya querido descalificar a la banda. La sorpresa saltó con la reacción de indignación impostada de los mismos socialistas que encumbraron a EH Bildu a la condición de socio preferente del Gobierno de España.

Ni la hiperventilación de Eneko Andueza en el debate de EiTB, sacudiéndose el polvo de esos interlocutores incómodos de última hora, ni su frivolidad al emplazar al popular Javier de Andrés a apostarse los cargos si no cumplía con su palabra de no pactar con EH Bildu como si de un frontón se tratara, han conseguido enderezar la reubicación socialista. Más bien lo contrario. Porque ETA no ha entrado en campaña de la mano de Pello Otxandiano (que se limitó a defender su actitud conocida), sino de la reacción socialista. En Euskadi y en Madrid. Las encuestas a la contra provocan milagros. Quién lo iba a decir. Los socialistas utilizando el comodín de ETA.

Y lo que han logrado los socialistas es que la indignación se haya vuelto contra ellos por su descarado viraje en tiempo de prórroga. Por eso ayer Eneko Andueza se apresuraba a matizar la indignación inicial. Ya no le sorprende tanto la actitud de EH Bildu. Y todo puede reconducirse con quienes ahora se le aparecen como el eje del mal en un futuro estatus.

Seguramente esta afloración del lado oscuro de EH Bildu no provocará cambios sustanciales en su electorado, que no se pregunta por las consecuencias de tanto sufrimiento causado por el terrorismo, aplicándose la «banalidad del mal» que denunciaba Hannah Arendt. Pero puede contrariar al desmovilizado electorado socialista. O hacer reaccionar a los indecisos. La aparición del ‘cisne negro’ en política, como el impacto de lo altamente improbable, lo desconocido, lo imprevisto, al que se refiere el analista libanés Nassim Nicholas Taleb, ha sacudido las piezas del tablero electoral vasco.

Feijóo aprovecha la sobreactuación socialista para emplazar a Sánchez a romper cualquier pacto con Bildu mientras no condene el terrorismo, que es como pedir al presidente del Gobierno que vuelva a nacer. Pero Javier de Andrés ha preferido centrar su campaña en denunciar el viraje del PNV hacia la izquierda, aunque Imanol Pradales está recuperando discursos contra la política intervencionista de la izquierda populista y a favor de la iniciativa privada que recuerda los tiempos de Josu Jon Imaz. Compite así con el PP, con quien se disputa un buen segmento de votos útiles. A estas alturas del recorrido, la mayoría aplastante del nacionalismo en el próximo Parlamento vasco es incuestionable, pero la gobernabilidad de Euskadi sigue abierta. Hay que esperar al 21 y conocer «la decisión del señor Sánchez». La sentencia es del candidato del PNV. No ha podido resumir mejor la situación que estamos viviendo.