José Alejandro Vara-Vozpópuli

Un hartazgo creciente detectan los sismógrafos del socialismo. Quejas sordas, fisuras incipientes. Ese malestar que precede a la fiebre

Las comparecencias de Begoña Gómez ante la Justicia parecen un homenaje a El silencio de Bergman. La protagonista es rubia -aunque no es Ingrid Thulin-, la atmósfera se tiñe de un mutismo espeso y el guion se encamina hacia un final impredecible. Solo falta la troupe de los enanos (españoles en el filme), detalle compensado por ese ejército de policías que envió Marlaska, agentes camuflados, furgonetas, drones, helicóptero y un puñadito de extras gritones para justificar el despliegue. Los periodistas, de nuevo, fueron desplazados a cincuenta metros de los Juzgados, a medio palmo del tráfago inclemente de los autobuses y bajo la mirada áspera de la oficialidad. Hola Maduro. ¿Qué tal?

Un problema de desgaste

El juez podría haber susurrado sobre la imputada lo que Borges sobre Calvino: «Le reconocí por su silencio». Mejor no, por si le suspenden la causa por improcedente. La esposa del presidente optó de nuevo por permanecer callada. Un inocente reclama que se le deje hablar, grita porque se le conceda la palabra, porque pueda detallar su caso, por poder explicarse. El culpable (presunto) arriesga incurrir en contradicciones, en sucumbir al patinazo, en cavar unos cuantos centímetros su propia fosa. Gómez eludió declarar y se refugió en el silencio delator. Total, diría su torpe abogado parafraseando a Wittgenstein, ‘la ética no es expresable’. Para eso está el Tribunal de Pumpido, que todo lo arregla.

El problema es el desgaste. Cuanto más se prolonga una situación adversa más se erosiona el ánimo de sus protagonistas. Cualquier procesalista podría explicarle al letrado Camacho algunas verdades sobre ello. Si su cliente hubiera depuesto el 5 de julio, en su primera comparecencia, no tendría que haberse pronunciado ahora sobre las visitas a Moncloa de su padrino y beneficiario Berrabés. O sobre el no menos escandaloso paso del rector de la Complutense por esas mismas dependencias, sede de la presidencia del Gobierno.

Y hasta los más mendrugos de Ferraz saben que ‘la máquina del fango’ es un hallazgo de Umberto Eco contra los gobiernos que persiguen a los jueces. El anverso de aquí

Crecen las pruebas y los indicios sobre la imputada, lo que alimenta, no sólo la ira de su esposo, que acaba de anunciar una Operación Fahrenheit 451 contra los medios independientes, sino incluso entre los coros y danzas del sanchismo, cada vez más desconcertados, mosqueados y catatónicos. Ya no valen las consignas de ayer. Se quedó viejo el argumentario. Lo del ‘bulo’ ha derivado en un engrudo intragable. Y hasta los más zoquetes de Ferraz saben que ‘la máquina del fango’ es un hallazgo de Umberto Eco contra los gobiernos que persiguen a los jueces. El anverso de aquí.

Cuando Sánchez se retiró cinco días de la agenda pública para elaborar sus listas de medios clausurables y periodistas silenciables, dedicó también buena parte de su ocio a tomar nota de las muestras de adhesión a la causa de su esposa por parte de los suyos. Esos días pudo comprobar que el entusiasmo de los propios no era inánime, ni siquiera fervoroso. Le llegaban voces tibias, le soplaban comentarios reticentes, le cotilleaban actitudes sospechosas. El PSOE se convirtió en un grupo de delatores por guasap. Elaboró entonces otra lista para proceder a la conveniente degollina en el momento adecuado. Algunos de los señalados se sospechan ya en los cuarenta principales de los ejecutables, como la vice-uno Emejota Montero, a quien quiere remitir a Andalucía para compartir el éxito del pumpidazo de los ERE. «Han dado cobertura legal a una trama criminal», apuntaba el voto particular de la magistrada Espejel en la escandalosa sentencia. ¿Chavez de número dos por Sevilla? Un tándem impoluto, e invencible. O, como diría Saroyan, «la probabilidad de encontrar en política a «santos e hijos de puta son continuas. Aunque más de lo segundo»

Hay defección generalizada en gran parte de las cofradías del sanchismo. En las agrupaciones regionales hastía ya el escándalo de la esposa del presidente del Gobierno

El desgaste begoñil no cesa. En el pleno parlamentario de este miércoles, en el que Sánchez anunció una variante de la ley de censura del chavismo, hubo gruñidos y quejas desde sus filas. Aitor Esteban (PNV), con argumento farisaico, vino a decir que en lo de Begoña quizás no haya reproche penal pero ‘hay cosas que no se pueden hacer’. O sea, un ‘te has pasado’ en versión jesuítica. Los voceros del colectivo Frankenstein rechazaban el plan porque pedían más mano dura. Bildu, ya se sabe, ejemplo de defensa de libertades. Patxi boca de goma López intentó animar a su rebaño y sólo alcanzó a confirmar el desaliento.

Hay defección en buena parte de la cofradía del sanchismo. En las agrupaciones regionales hastía ya el escándalo conyugal. Dirigentes regionales evitan actos públicos por no responder a la inevitable pregunta. Aparecen alcaldes que han hecho suya la actitud de su líder y protagonizan comparecencias sin preguntas. En el oficialismo, todo ya es fuga y plasma. Incluso el gran narciso, este jueves en Londres, tuvo que esquivar clamorosamente una cuestión sobre el affaire. Todo es Begoña.

Un hartazgo creciente detectan los sismógrafos del socialismo. Quejas sordas, fisuras incipientes. Ese malestar que precede a la fiebre. Nadie teme fugas valientes, voces ejemplares, actitudes honestas. En el seno del partido gubernamental ya no anida ni un sólo espíritu decente. Los últimos especímenes nobles dejaron las siglas ya hace tiempo. De ahí que el cabreo se mantenga latente, que la queja no desborde las lindes del subsuelo. Es un desánimo intramuros. En esta fuerza del progreso tan solo militan Espadas Lobatos que apenas hallarían cobijo fuera del redil del progreso.

La cacería del juez Peinado

Se detecta también un hartazgo pringoso en algunos ministrillos, confusos semovientes que demoran en cumplir las órdenes de Moncloa para que salten en defensa de la interfecta, de la reina de los másteres truchos. Son muy pocos los voluntarios que se pliegan a arremeter contra el juez Peinado y a emponzoñar la máquina del Estado de derecho. Óscar Puente, todavía con tres imputados del koldismo en el vértice de su Ministerio, es uno de ellos. El gran bocazas no escatima ocasión para cumplir la consigna, para sumergirse en piélagos apestosos desde los que imparte, ‘como jurista que soy’ dice el tontucio, lecciones sobre leyes y códigos. Marlaska, que es juez, alterna las órdenes de detención contra artistas disidentes con el reparto de mandobles contra el togado. Bolaños, ministro de Justicia, más dado al melodrama que a la sobria contención, tachaba la causa de «persecución cruel e inhumana» en un elogiable gesto en defensa de la independencia judicial.

El club de los begoños mengua. El número de comulgantes encoge. «No hay nada de nada!», se escuchaba antes la tediosa letanía, ahora caduca. Ni siquiera pueden esgrimir lo de ‘denuncia falsa de un pseudosindicato facha’ porque se ha sumado la Universidad Complutense al grupo de los demandantes. En Ferraz (qué tapadito está Cerdán, también en la nómina de los achicharrados) muchos piensan que quien ha de defender a la señora es el abogado. Que los dejen en paz. De momento no abren mucho la boca. Como Begoña. Optan por el silencio. ¿Hasta cuando?