LIBERTAD DIGITAL 16/06/15
PABLO PLANAS
Se dice que el infierno está empedrado de buenas intenciones, pero es que las autoridades locales de Madrid y Barcelona ni siquiera tratan de camuflar que sus intenciones no son precisamente benéficas. Hay afán de venganza, ganas de checa, ambiente de paseíllo y mucho pirómano metido a concejal. No se han visto en otra, lo saben y nos lo van hacer notar. La nueva clase municipal de Madrid y Barcelona no es casta, ni mucho menos pura. Las calderas de Pedro Botero son para ellos una urbanización, como Montepinar. Y van a ser una broma en comparación con las asombrosas tropelías que nos esperan.
Se reclaman herederos del 15-M, cuyo legado fue una plaza llena de basura, el escenario del día después de una rave, pero son un engendro catódico, el resultado de un experimento televisivo fallido, una pesadilla de máxima audiencia, una fatal combinación de frivolidad, ignorancia e irresponsabilidad con angostura del PSOE. Si sólo fuera por las redes sociales, aún estarían en el rollo de quedar los domingos para coordinarse y tomar unas cervezas.
Odian, nos odian y odian a todo aquel que no comparta su ideario, la versión en 140 caracteres de El Capital, el enaltecimiento del terrorismo etarra, la judeofobia y todas las excrecencias totalitarias de la historia, fascismo incluido aunque no lo sepan. El cóctel molotov viene servido con un toque nada sutil de revanchismo y una manifiesta hostilidad contra quienes no les votan de acompañamiento.
En Madrid ni siquiera son mayoría y en Barcelona, exigua, pero mandan en las calles tras haber tomado los platós como si hubieran ganado una guerra, con suficiencia y desprecio. Se ríen sin recato de los demás y quieren triturar a la oposición a base de escraches por los pasillos consistoriales. ¿Venezuela? ¿Syriza? Es pronto para determinar el modelo de la catástrofe en España y los condimentos locales son fulminantes muy potentes. El nombre de la bestia es lo de menos. Cómo hacerle frente apela directamente al PSOE, que ha otorgado a la jauría mayorías que les negaron las urnas, como en Madrid, o les da su apoyo incondicional en Barcelona para que sólo se cumplan las leyes que Colau considere justas. O sea, el Código Colau aplicado por la jueza Carmena.