Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- Bajo el mandato del señor Sánchez hemos comprometido el mayor nivel de toda la historia de nuestro endeudamiento público
Antes decía que España iba como una moto, pero el presidente Pedro Sánchez nos asegura que ha cogido ahora la velocidad sideral de un cohete. Y muy probablemente sea cierto. Lo que sucede es que no sabemos hacia donde se dirige el cohete a tan enorme velocidad. En el terreno político se podría decir que camina directamente hacia el desastre y es muy difícil que alguien califique esta afirmación de bulo o de lanzamiento de fango.
Vean la situación de Cataluña, al borde de la repetición electoral ante la dificultad de encontrar una fórmula de coalición gubernamental que pueda aportar un mínimo de estabilidad durante un mínimo de tiempo. Vean al Gobierno de la nación incapaz de sacar adelante ninguna ley salvo, precisamente, la de la amnistía que, además de contradecir todas las afirmaciones anteriores y atentar contra los cimientos de nuestro edifico jurídico ha corroído la connivencia social.
Véanlo tan partido por dentro que pierde la votación de una ley en el Congreso un día y al de 48 horas tiene que retirar otra para no volver a perder por culpa de la oposición de una parte ¡del propio Gobierno! Vean un país roto, polarizado hasta el extremo de que el presidente no puede salir a la calle sin que le abucheen e insulten. Vean a los partidos que representan, supuestamente, la centralidad social, distanciados hasta el insulto mutuo, de tal manera que resulta imposible, y para muchos también indeseable, cualquier posibilidad de pacto.
En el terreno político se podría decir que el Gobierno camina directamente hacia el desastre
Vean que no tenemos presupuestos porque el Gobierno no ha considerado importante cumplir con la obligación constitucional de presentarlos ante el temor, bien fundado, de no contar con los votos necesarios para aprobarlos. Vean todo eso y verán al cohete dirigirse a su destino… ¿El colapso?
Por el contrario, para adivinar hacia dónde se dirige el cohete en el terreno económico hay que esforzarse un poco más, porque no es tan evidente. La evolución económica se mide mediante una larga serie de variables como el crecimiento del PIB, la cuantía de las rentas percibidas por las personas, la evolución del empleo, la situación de los tipos de interés, el nivel de la inflación, la atracción de inversiones, la productividad, etc. Variables que, además, se miden con frecuencia mensual o como mucho trimestral, lo que proporciona tal cantidad de datos que resulta sencillo encontrar algunos de evolución favorable, tanto como otros de marcha desfavorable.
El Gobierno escoge bien entre los primeros y para ellos elige los periodos de tiempo que más le favorecen. Es lógico y normal. Todos los gobiernos de todas las latitudes enfatizan los datos que le conviene y ocultan los que le perjudican. Aquí al lado tiene muchos datos para formarse una opinión propia al respecto. Yo se la respeto, faltaría más.
Lo que no podemos olvidar es el costo incurrido para lograr dichos resultado, ya sean excelentes o lamentables, y eso depende de cuáles elija. Pero todos deberán convenir que el coste ha sido terrible. Bajo el mandato del señor Sánchez hemos comprometido el mayor nivel de toda la historia de nuestro endeudamiento público; gracias a un aumento también nunca visto de la carga impositiva con la que hemos detraído, vía impuestos, la mayor cantidad de dinero del bolsillo de los ciudadanos y de las cajas de las empresas. Y todo ello sucede a la vez que el riego de dinero europeo ha sido el más caudaloso de su larga historia, provocada por el temor que suscitó la pandemia.
Medir la bondad de las cosas a la luz de su costo no es ninguna extravagancia y visto así, el cohete ratea con estruendo.