El cojín erótico

DAVID GISTAU, ABC 20/03/14

· Cataluña: «Ni Mas, ni Bosch ni Tardà conseguirán una reacción apasionada de Rajoy»
· IVA cultural «Tampoco con Rubalcaba le subieron las pulsaciones»

No es habitual que las intervenciones parlamentarias inspiren pensamientos eróticos, y menos si el que habla es Albert Bosch. Pero ayer recordé un pícaro artículo de consumo doméstico que fue puesto a la venta hace algunos años. Un cojín que en una cara traía impreso un semáforo en rojo, y en la otra, un semáforo en verde. La idea era que la esposa depositara el cojín sobre la almohada para avisar al marido de si tenía o no apetito sexual, dependiendo del semáforo que quedara visible. No quiero ni imaginar cuántas crisis puede haber provocado el cojín a matrimonios compuestos por al menos un daltónico.

El señor Bosch trajo al parlamento la frustración del independentismo catalán, que consiste en que todas las tardes llega a la casa común y, sobre la almohada, se encuentra con la cara roja del cojín. El pueblo al que frena un semáforo en su camino hacia el destino manifiesto, como frenaban ante los semáforos en rojo de Buenos Aires los carros de los milicos golpistas. De las metáforas náuticas de Mas pasamos a las viales de Bosch, por lo que Tardá deberá en algún momento probar con las ferroviarias: «Vamos al choque de trenes», y por ahí.

Bosch no dijo nada que no hayamos oído ya reiteradamente. Con la coartada de que el concepto de votación es bueno por definición, volvió a reclamar un espacio de legitimidad no ya ajeno, sino superior, al que exige cumplir con la ley. La novedad fue un pequeño matiz que sonó a amenaza cuando advirtió a Rajoy de que su renuencia a conceder «la votación» terminará por causar «un accidente». ¿Qué tipo de accidente? ¿De los que incluyen barricadas? ¿La analogía con Maidan que utilizó Homs justo antes de que la gente empezara a morir a tiros?

Lo que ni Mas, ni Bosch, ni Tardá conseguirán nunca es una reacción apasionada de Rajoy ni una respuesta que use más letras que las necesarias para confeccionar las palabras ley y constitución. Que la ley, vaya, y no los relatos redentoristas, identifica el único espacio de legitimidad incuestionable. Rajoy respondió con fatiga, casi con atonía. Mientras se dirigía a Bosch, tenía la mirada clavada en otro lugar, muy lejos del diputado de ERC. No sé si lo hizo para enfatizar desprecio, pero recordaba un pase de Laudrup mirando al tendido.

Tampoco con Rubalcaba le subieron a Rajoy las pulsaciones. El portavoz socialista le reprochó el IVA cultural, que está dejando las salas devastadas, y Rajoy le respondió que la subida del IVA afectó a muchos más sectores. Rubalcaba, que lo atribuyó a una venganza del PP contra el gremio militante de la cultura –«Les tenían ganas»–, probablemente sólo quería renovar los votos que sustentan la simbiosis PSOE/Ceja. Aunque lo de la venganza también lo hemos pensado en casa, como que el IVA, además de abusivo, colisiona de forma grosera con innumerables declaraciones electorales del PP.

Soraya Rodríguez regañó a la vicepresidenta por haber hecho novillos la sesión anterior para irse a un desayuno informativo. Sáenz apenas replicó que eso ya se lo podía haber dicho la semana pasada, pero es que precisamente ése era el motivo del reproche: que no estaba, y nada se le podía decir. Rodríguez estuvo cruel cuando recordó aquella rueda de prensa en la que la vicepresidenta, como una émula de la italiana Fornero, casi rompe a llorar con «lágrimas socialdemócratas», que diría Santiago González, mientras presentaba «las llaves que abren una puerta a la esperanza» del Fondo Social de Vivienda. Según Rodríguez, de las dos mil casas que lo componían, 1.400 siguen vacías.

DAVID GISTAU, ABC 20/03/14