Nacho Cardero-Vozpópuli
La ‘inmunidad de rebaño’ con que pretendemos blindarnos del virus es también un concepto idóneo —por lo de rebaño— para explicar el devenir de la sociedad española
Lo dijo tras despachar con el Rey en Marivent: “Este Gobierno ha hecho una gran reforma estructural que es ofrecer una alternativa en un momento inédito frente al despido, que era la respuesta común en anteriores crisis. Mantener ese empleo y vincularlo con el acuerdo social. Esperamos que en los próximos meses se llegue a un acuerdo [sobre la prórroga de los ERTE]”.
Fin de la rueda de prensa del presidente del Gobierno.
Para evitar cualquier confusión, confirmarles que el presidente del Gobierno, y autor de estas declaraciones, es Pedro Sánchez, el mismo que anunció, tras alcanzar la secretaría general del PSOE, que lo primero que haría al llegar al poder sería derogar la reforma laboral del PP para recuperar los derechos de los trabajadores.
Quién le iba a decir a Fátima Báñez, demiurgo del RL de 2012, que iba a encontrar en Pedro Sánchez a su mejor defensor y aliado
No solo no parece que vaya a hacerlo sino que Sánchez se ha erigido en profeta del Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, un RL del que ahora se ha apropiado y con el que el Ejecutivo de Mariano Rajoy pretendía, entre otros, que el despido fuera el último recurso de las empresas en crisis.
Quién le iba a decir a Fátima Báñez, demiurgo de la reforma laboral y de la ahora tan elogiada figura de los ERTE, que iba a encontrar en Pedro Sánchez a su mejor defensor y aliado.
Poco antes de estas declaraciones, la ministra portavoz, María Jesús Montero, había salido en defensa del Gobierno de coalición, a pesar del horizonte judicial de Podemos, señalado por financiación irregular y malversación de fondos públicos. Montero se refirió a un Ejecutivo “fuerte” y “cohesionado”, al que dijo que le quedaban “cuatro años por delante”.
Todo ello después de saberse que el titular del Juzgado de Instrucción número 42 de Madrid, Juan José Escalonilla, había citado a declarar en calidad de imputados al número dos de Pablo Iglesias, Juanma del Olmo, y a otros destacados dirigentes de la formación morada.
Podemos, en 2018: «Cuando un partido en el Gobierno está imputado por una supuesta caja B, su líder debe apartarse»
Merece la pena tirar otra vez de hemeroteca y recordar que fue Unidas Podemos quien, en mayo de 2018, vísperas de la moción de censura contra Rajoy, dijo que “cuando un partido en el Gobierno está imputado por la supuesta existencia de una caja B, su líder y su cúpula deben apartarse para que se aclare”. No da la impresión de que vaya a ser el caso, ni de que Iglesias vaya a dejar la Moncloa para ‘exiliarse’ en Galapagar.
Los principios del Ejecutivo, claro está, no son tales, sino más bien parecen imitar a los de Marx. A los de Groucho, se entiende.
Estos ejemplos forman parte de un abanico mucho más amplio que pone negro sobre blanco la situación de ‘colapso’ en que se encuentra nuestro país. No en el sentido apocalíptico de la serie de televisión francesa que ha sacudido las mentes biempensantes este verano, sino en otro más costumbrista, más rutinario si se quiere, que hace que, en el caso español, el colapso sea aceptado y visto como normal por todos, alcanzando a la política, la economía y la sociedad en su conjunto.
Hay un colapso político —acentuado por la excepcionalidad de la pandemia y el estrés a que se está sometiendo nuestro sistema de garantías constitucionales— que ha llevado a que un pastel importante del arco parlamentario promueva un debate constituyente, sustentado en los avatares de don Juan Carlos y con las fuerzas nacionalistas e independentistas con una capacidad de influencia inédita en nuestra joven democracia.
Esta pulsión destituyente, sumada a los casos que salpican a Unidas Podemos, señala Ignacio Varela, “hace de la actual coalición de gobierno y de su mayoría fundacional dos cachivaches totalmente disfuncionales para la tarea que toca realizar”.
Hay otro colapso, que es el económico, del que hablaba José Antonio Zarzalejos este fin de semana, en tanto en cuanto los 140.000 millones de euros que vamos a recibir en transferencias y préstamos del fondo de reconstrucción europeo se van a quedar cortos ante la dimensión del desastre socioeconómico, laboral y sanitario que nos atenaza, un desastre todavía imposible de calibrar en su justa dimensión debido al dopaje —BCE, ERTE, imposibilidad de forzar concursos de acreedores— que han inyectado a la economía española.
Pero, sobre todo, hay un colapso moral, que es el de más hondo calado y el que nos lleva a aceptar lo inaceptable. La ‘inmunidad de rebaño’ con que pretendemos blindarnos del virus es también un concepto idóneo —por lo de rebaño— para explicar el devenir de la sociedad española y el proceso de lobotomía a que se ha visto sometida.
No se entiende que los hechos censurados hace apenas unos meses sean hoy aceptados, e incluso defendidos, por los mismos que los criticaban
“La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre”, escribe Étienne de La Boétie. “Los más bravos caballos muerden al principio las bridas, pero terminan por disfrutar de ellas; cocean al principio al ser ensillados, pero después disfrutan de sus arneses y, orgullosos, se ufanan bajo la barda”.
Sin esta servidumbre voluntaria no puede entenderse que lo que algunos censuraban apenas hace unos meses sea aceptado, e incluso defendido con una vehemencia de ‘hooligan’ del balompié, por los mismos, exactamente los mismos, que lo asaeteaban con furia desmedida. Las mascarillas no solo están sirviendo para combatir el virus. También le están viniendo como miel sobre hojuelas al Gobierno para ocultar sus ineficiencias y promover el servilismo.