Mientras los partidos se ocupan en si deben reunirse en «tu casa o en la mía» y Patxi López somete a prueba su liderazgo, el PNV teje pacientemente las redes de su contrapoder político y mediático. Parapetado tras las diputaciones, quiere garantizarse su liderazgo económico (y, en consecuencia, político) tras la salida de Ajuria Enea. Las diputaciones administran el dinero público y las Haciendas forales lo recaudan.
En esta semana el lehendakari va a comprobar hasta qué punto las resistencias a su liderazgo se transforman en un pulso entre las diputaciones forales y el Gobierno vasco. Será mañana cuando Patxi López presente su plan económico en medio de vientos cruzados. El del PP, su socio preferente en esta legislatura, y el del PNV, su preferente opositor. Sabe que el Partido Popular le apoya en las líneas cardinales, porque es consciente de que su deber de garantizar la estabilidad del nuevo Ejecutivo del País Vasco le anima a aparcar la reclamación de determinados compromisos del acuerdo para el cambio que aún pueden esperar. Cuestión de inteligencia política. Y pendiente, en segundo lugar, de la reacción del PNV. El partido de Urkullu, parapetado tras las diputaciones, quiere garantizarse su liderazgo económico (y, en consecuencia, político) como premio de consolación tras la salida de Ajuria Enea. Un premio de alta cotización, por cierto, si se tiene en cuenta que las diputaciones administran el dinero público y las Haciendas forales lo recaudan.
Una situación complicada que provoca tres grandes dudas. La primera disyuntiva se plantea sin matices: ¿Es posible mantener la arquitectura institucional vasca y su propia coherencia estatutaria con dos centros de poder funcionando de espaldas, por un camino el Ejecutivo de Vitoria y, por otro, las diputaciones? La segunda, de carácter inmediato: ¿Es viable configurar sendos planes anticrisis, uno desde el centro del Ejecutivo y otro desde las instituciones territoriales? Y la tercera, con la inevitable ‘pregunta del millón’: ¿Cuánto tiempo resistirá la tentación de desalojar al nacionalismo vasco y tercera fuerza en Álava de la Diputación foral si el PNV articula en torno a los gobiernos periféricos su propio contrapoder? Dependerá del margen de maniobra económico que tengan las propias diputaciones. Lo demás, florituras, excusas y zancadillas. Y pérdida de tiempo. Mucha pérdida de tiempo en la oposición en Euskadi.
Se suele decir en los parlamentos que, para que algo no se llegue a resolver nunca, lo mejor es crear una comisión. Algo parecido ocurre con las rondas políticas, que es donde suelen llegar todos los partidos cuando andan escasos de ideas y huérfanos de proyectos consistentes. Cuando la inspiración les abandona se van de rondas, ponen una mesa, unas cuantas sillas y a ocupar titulares de Prensa para tranquilizar a los suyos.
Se le acaba de ocurrir ahora a Ezker Batua: una mesa «anticrisis». En el más puro estilo del lehendakari anterior que, heredando la iniciativa de Ardanza, no dejó de adornarse durante su mandato al proponer rondas para dialogar «sin condiciones y sin límites». Y, por supuesto, hasta el amanecer. El PNV sigue en ello. Le van las rondas si son en terreno propio. Urkullu se vanagloriaba, hace días, de que el último pase de partidos tuviera lugar en su sede, porque si su formación ejercía de anfitrión, demostraba su «liderazgo». En fin, que las mesas, de tanto usarlas sin otro fin que el propiamente escénico, se han devaluado tanto que se han convertido en un eufemismo del mundo inmobiliario.
Cuando Basagoiti respondió al PNV hace unos días diciendo que los nacionalistas se pasaran por la sede del PP, que hace mucho tiempo que no la pisan, el problema acababa frivolizándose como si el dilema se situara en el lugar de la escena, «en tu casa o en la mía». Y el problema económico y político, desde luego, no debería reducirse al ‘complejo Ikea’ del que han abusado tanto nuestros representantes institucionales.
Son recientes los intentos de algunas fuerzas nacionalistas por crear mesas paralelas al Parlamento vasco, por ejemplo, para jugar a los fuegos de artificio de la pacificación. Esta semana será decisiva para encauzar alianzas y combatir la crisis de la forma más eficaz y la menos demagógica posible. Según el PNV, la mayoría de propuestas de las que ha ido hablando el Gobierno son herencia del lehendakari anterior. Pero socialistas y populares replican que eran proyectos en el aire sin contenido, ni inversión para hacerlas realidad.
El pulso se tensa cuando salen a relucir las llamadas embajadas del Gobierno vasco desplegadas por la inmensidad del planeta. No es lo mismo una embajada o delegación de gobierno con fines meramente político-identitarios que abrir una oficina con intereses comerciales. Eso dice el Gobierno vasco, que en los próximos días anunciará la apertura de una delegación en Asia para facilitar los trámites con las empresas ubicadas en esa zona.
Entre símbolos y presupuestos está el panorama cuando la prioridad de la lucha contra ETA permite algún respiro. Mientras, el PNV sigue tejiendo sus redes de poder alternativo. Además del control que ejercen en las tres diputaciones que presiden, el mundo de la comunicación les tiene ocupados. Su alternativa a la radio pública va a dar mucho que hablar. No se entiende que un partido se haya pasado treinta años hablando del servició público del ente de radio y televisión, y ahora que ya no gobierna necesite crear su propio altavoz partidario. ¿La radio y televisión únicamente son de interés público cuando gobiernan los nuestros? La escaramuza acaba de salir del horno. Está pero que muy caliente.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 7/9/2009