Santiago González, EL MUNDO, 3/9/12
Al consejero de Interior vasco lo distingue la formalidad, cualidad inherente a los vascos, ya sean originarios o sobrevenidos. De ahí que a lo largo del último año haya venido manteniendo reuniones regladas con los batasunos a propósito de la paz. Sostiene la izquierda abertzale que la delegación socialista estaba encabezada por Ares y el parlamentario Oscar Rodríguez y que a veces les acompañaba el portavoz Pastor. Al frente de los suyos iba Rufi Etxeberria, es decir, el máximo nivel. La posición de los socialistas se resumía en explicar a sus interlocutores lo bien que les estaba yendo dando pasos unilaterales y que no se fiaran de Eguiguren, que todo lo que dijese sería a título particular y que no representaba al PSE. Admirable coherencia. Desde que Jesús Eguiguren empezó sus conversaciones con Otegi al año siguiente de que Zapatero firmara con Aznar el Pacto Antiterro- rista, que excluía muy explícitamente esa clase de contactos, Eguiguren lo ha hecho todo a título personal.
Que todo el partido, con López, Zapatero y Rubalcaba a la cabeza, transitara después por la senda abierta por Txusito no es más que una prueba de su portentosa intuición política. A nadie se le oculta, por otra parte, que a los batasunos les ha ido muy bien dando pasos unilaterales que tenían una rigurosa reacción bilateral, en el Gobierno socialista mientras duró y en el popular desde que llegó.
El lehendakari López correspondió con largueza –y con bastante prisa– a los pasos unilaterales de la izquierda abertzale: se tomó como asunto propio la legalización de Sortu y Bildu, apoyó la conferencia de Ayete e hizo de go between entre los Rufis –que querían tener al tanto a los populares– y el Gobierno de Rajoy. También se volcó en la excarcelación de Otegi, que exigió con la misma convicción que si fuera el tesorero de la Casa del Pueblo de Santutxu. Los hechos han acabado dándole la razón: es difícil entender que el portavoz batasuno siga en la cárcel por el delito de tratar de reconstituir una organización ilegalizada en 2003 que ha sido legalizada en el último año bajo tres formas distintas y una sola Batasuna verdadera: las coaliciones Amaiur y Bildu y el partido Sortu. ¿Puede un hombre estar en la cárcel por reconstruir una fuerza que hoy es legal y gobierna una diputación foral y más de un millar de ayuntamientos? Esto, además de todo, nos va a costar una pasta, ya verán.
Santiago González, EL MUNDO, 3/9/12