Carmen Martínez Castro-El Debate
  • Esperemos que no sea necesaria la intervención divina para conseguir que en este congreso se imponga algo tan sencillo como el puro sentido común

Ha sido convocar Feijóo el congreso del PP y se ha organizado entre los influencers de la derecha una zapatiesta considerable. Unos han criticado la convocatoria por inoportuna y torpe, otros, sin embargo, creen que es la oportunidad para que el partido culmine su peregrinaje siempre pendiente hacia las esencias olvidadas; los hay que exigen sumarse al cordón sanitario contra Vox mientras otros abogan por la fusión con Vox. Unos piden ilusión, otra solvencia; una mayor contundencia contra Sánchez, otros un proyecto ganador. Hay quien propone que el PP plantee toda una reforma constitucional de carácter federal y también quien le pide directamente a Feijóo que se largue a su casa por triste. Por el medio, Esperanza Aguirre zascandilea vendiendo su nuevo libro por las tertulias. Aguirre atribuye los males de la derecha española a una frase de Rajoy en un mitin hace más de 15 años, pero olvida en su diagnóstico los numerosos escándalos que vinieron después y contribuyeron a minar la reputación del partido.

Este guirigay demuestra lo libérrima y variada que resulta la derecha española cuando se afana en mirarse el ombligo. A diferencia de la uniformidad marcial de la izquierda, aquí cada cual tiene su opinión y la defiende con entusiasmo, incluso con mala leche. Es lo que toca en vísperas de un congreso.

Pero además de la ideología y de las ambiciones personales están los números de la realidad y conviene tenerlos presentes en nuestras reflexiones. Hace una semana la derecha en Portugal ganó unas elecciones de forma inapelable. Muchos celebraron el batacazo de los socialistas portugueses como un anticipo de lo que le espera a Pedro Sánchez, pero a esta hora aún no sabemos cómo se va a gobernar el país vecino porque la división del voto propicia alianzas tortuosas y gobiernos inestables. Véase la situación que viven hoy varias autonomías que no tienen presupuestos por la ruptura de los acuerdos entre PP y Vox.

El portugués Montenegro ganó las elecciones con el 32 % de los votos, el alemán Merz con el 28 % y la italiana Meloni con el 26 %. En los tres países el voto de la derecha se ha dividido —y eso que no tienen a Rajoy para echarle la culpa— pero en los tres casos esa fractura no les ha impedido alcanzar el gobierno. En España, con una victoria de Feijóo más rotunda —el 33 % de voto—, no ha sido posible el cambio porque la anomalía española se llama Pedro Sánchez.

Los mismos que echaron a Rajoy con una moción de censura injusta y falaz son los que no han dejado gobernar a Feijóo después de haber ganado las elecciones. Ese es el auténtico problema de la derecha española, no los matices ideológicos que pueda haber entre sus diversas familias. Confundir la falta de escrúpulos de Sánchez con la supuesta falta de liderazgo de Feijóo sería el peor error que podríamos cometer precisamente cuando el PSOE se encuentra en una situación agónica e irreversible.

Puede que el líder del PP se haya pasado algún pueblo a la hora de comparar el congreso de su partido con el que cónclave que eligió a Papa León XIV. El ruido en los medios y las quinielas acaso han sido similares, pero hay notables diferencias; el cónclave viene dictado por la iluminación del Espíritu Santo y el congreso de un partido por criterios mucho más mundanos. Esperemos que no sea necesaria la intervención divina para conseguir que en este congreso se imponga algo tan sencillo como el puro sentido común.