- La única incógnita ante este congreso socialista es saber hasta dónde llegará la purga de personas y cuantos fundamentos democráticos se van a sacrificar bajo el principio de que el fin justifica cualquier medio
A Pedro Sánchez hay que reconocerle un don: siempre es capaz de encontrar en el fondo de su chistera un nuevo bicho, sea conejo, hámster o boa constrictor, con el que distraer al personal. Después de la grotesca carta a la ciudadanía del presidente enamorado él mismo se había puesto el listón muy alto, pero al estilo Duplantis, ha sido capaz de superarse con una nueva pirueta, en este caso no romántica sino orgánica: el adelanto del congreso del PSOE; el boa constrictor.
El congreso socialista es la primera consecuencia práctica del cónclave que mantuvieron en Canarias los integrantes de la tripleta prodigiosa que hoy dirige el PSOE. Sánchez, Zapatero e Illa han parido un nuevo congreso cuyo objetivo inmediato es cercenar el debate que se ha abierto en el seno de la organización socialista contra el concierto económico concedido a Cataluña. Cualquiera que se atreva a criticar la cesión durante estas semanas entrará en el congreso de noviembre con la etiqueta de traidor al partido y saldrá de la cita con la cabeza en la mano, como San Lamberto, mártir especialmente conocido y venerado en las tierras de Aragón.
A nadie se le escapa el carácter defensivo de la maniobra. Los socialistas aceptaron a regañadientes los indultos y la amnistía, pero el acuerdo pactado con ERC rompe por el eje la trayectoria, el discurso y el futuro del partido. Sánchez necesita un aval para ese profundo viraje doctrinal. Del mismo modo que logró que el Comité Federal jaleara el «Begoña estamos contigo», ahora espera que sea el conjunto del partido quien declare su entusiasmo por renunciar a solidaridad territorial y la igualdad entre los españoles. Pierdan cualquier esperanza: lo conseguirá. Sánchez les ha tomado la medida a los suyos hace mucho tiempo y sabe que el nivel del debate ideológico y ético en el seno de este PSOE oscila entre los exabruptos de Puente, las supercherías de Montero y los cuentos de Bolaños. Tal vez en el PSOE queden restos de vida inteligente, pero se cuidan mucho en mantenerse en el anonimato. Ni siquiera levantará la voz alguno de los muchos damnificados del sanchismo porque siempre habrá una embajada de campanillas o una empresa pública donde aliviar los escrúpulos morales.
La única incógnita ante este congreso socialista es saber hasta dónde llegará la purga de personas y cuantos fundamentos democráticos se van a sacrificar bajo el principio de que el fin justifica cualquier medio. A pesar de todo, la convocatoria del congreso revela que, por primera vez en mucho tiempo, Sánchez es consciente de su debilidad. Su mayoría disfuncional es una fuente de complicaciones, no consigue tapar los escándalos familiares y ahora se enfrenta al serio malestar interno del partido que el congreso podrá acallar, pero no atajar. De hecho, deberían revisar la ordinalidad de los congresos porque no estamos ante el 41 Congreso Federal del PSOE sino ante el primer congreso confederal ; se hará lo que convenga al PSC y los demás a tragar.