Gorka Maneiro – Vozpópuli

Sánchez está incluso peor que solo; está rodeado de socialistas sectarios, incapaces o incompetentes, o todo ello al mismo tiempo

Quienes están dentro de una secta ignoran estar atrapados en ella. Se sienten felices y hasta puede que lo sean: la ignorancia a menudo facilita la felicidad del hombre, porque evita el libre albedrío y la asunción de responsabilidades, esa extravagancia, y saber que puede que estés profundamente equivocado; o sea, el sectarismo y el gregarismo te impiden dudar y te conceden una identidad reconocible por el resto de la secta que te aleja de las incertidumbres. Un poco como en la adolescencia pero sin gracia y con menor esperanza de vida. Pero no se trata de ser condescendiente con el sectario que ha sido engullido por una organización totalizadora sino de dibujar de la mejor manera en lo que se ha convertido el PSOE de Pedro Sánchez: en general, una asociación de palmeros que no tiene otro objetivo que agasajar a su líder y sacar provecho (y sustento) de ello.

Este pasado fin de semana se ha celebrado el 41º Congreso Federal del PSOE a mayor gloria de Sánchez y su proyecto personal consistente en permanecer en la Moncloa a toda costa. Y ha terminado como empezaba y se esperaba que terminara: con un PSOE bunkerizado y entregado a Sánchez, líder supremo, a salvo por unas horas de la tormenta política y judicial que lo atormenta y lo tiene en vilo. En el fondo, no es más que la vacuidad más absoluta, la megalomanía del líder y los panegíricos de los palmeros. En el PSOE apenas queda vida inteligente, la más mínima autocrítica o vocación de servicio público.

«Nos atacan y nos quieren tumbar», dijo Sánchez para hacerse la víctima y arengar a las masas. Y los palmeros aplaudieron hasta con las orejas porque les va su modus vivendi en ello o por puro sectarismo. Los que los «atacan» son la prensa libre e independiente, los columnistas críticos y la gente que está harta de sus políticas; y los que los quieren «tumbar» son los adversarios políticos que quieren ganarlos en las urnas, como ocurre en las democracias. Luego está la Justicia independiente, claro, que en España todavía funciona a pesar de los propósitos socialistas de controlarla, que investiga incontables casos de posible corrupción política con sede probable incluso en la Moncloa. Según ellos, sufren una «cacería humana». Pero peor es lo que ellos pretenden y verbalizan sin pudor ni vergüenza: «Cuando acabemos con la derecha…», decía la ministra Isabel Rodríguez en Sevilla, como si las democracias no se basaran en la pluralidad ideológica, la alternancia política y el respeto a los adversarios, esos que el PSOE convierte en enemigos y a los que les niega el derecho a la participación política; salvo que sean socios de la coalición reaccionaria que lidera Sánchez. Otros intervinientes fueron María Jesús Montero, Santos Cerdán o Zapatero, imagínense; y asistieron Chávez y Griñán, condenados por el fraude de los ERE y salvados después por Conde-Pumpido, y ovacionados por el auditorio; como para salir corriendo.

Así que va a luchar contra la extrema derecha quien pacta con la extrema derecha catalanista e independista, protagonista de un golpe de Estado contra la democracia; o quien gobierna con ella en Europa. Es su último clavo ardiendo

Es la idea principal que se atisbó en el cónclave socialista de este pasado fin de semana, que viene a ser la misma desde hace mucho tiempo: hay que parar a la derecha y a la extrema derecha, que son la misma cosa, para lo que hay que votar al mismo PSOE que trata de azuzar a la extrema derecha para dividir al conjunto de la derecha. La estrategia no es muy elaborada pero ha sido bastante efectiva: polariza, divide y vencerás. Así que va a luchar contra la extrema derecha quien pacta con la extrema derecha catalanista e independista, protagonista de un golpe de Estado contra la democracia; o quien gobierna con ella en Europa. Es su último clavo ardiendo, aunque no haya clavo ni mucho menos esté ardiendo. Es pura inventiva y pensamiento mágico.

Bulos y mentiras

Las otras ideas son incluso peores porque no son hipotéticas o imaginarias sino reales, tienen plasmación práctica y perjudican a los ciudadanos: legitimación del procés vía indultos y amnistía; supresión de la solidaridad para blindar los conciertos económicos que ya existen y los que vengan; colonización de las Instituciones del Estado para suprimir los contrapoderes y puertas giratorias para colocar a los amigos; politización de la Justicia para salvarse de la cárcel y salir indemnes; y aceptación de sus pactos infames con populistas, nacionalistas e independentistas. Ni rastro de crítica interna o discurso alternativo a este cúmulo de indecencias, más allá de palabras que se lleva el viento. Además, bulos y mentiras, tan marca de la casa. En el fondo, no importaba la línea ideológica o las propuestas políticas que se aprobaran en el Congreso del PSOE: como hasta ahora, Sánchez hará y deshará a su antojo, en función de sus necesidades; y la militancia seguirá aceptando lo inaceptable.

Por mucho que disimule, se encuentra asolado por incontables prácticas políticas inmorales, abuso de poder y múltiples casos de probable corrupción política, además de por sus propias mentiras

Sánchez ha logrado finalmente su objetivo: tras ganar al aparato del partido en 2017 apelando a la militancia, ha logrado convertirse en el aparato por antonomasia, blindar su núcleo duro, laminar a los críticos y silenciar el debate y a la militancia. Esta es su renovación ideológica y orgánica y este es su proyecto de futuro. Se cierra el círculo. Sin embargo, por mucho que disimule, se encuentra asolado por incontables prácticas políticas inmorales, abuso de poder y múltiples casos de probable corrupción política, además de por sus propias mentiras. Con su mujer, su hermano y el que fuera su mano derecha, investigados por la Justicia. Con la jefa de gabinete de su exjefe de gabinete, imputada. Con el fiscal general del Estado, imputado. Con ministros que podrían llegar a ser imputados. Incluso él mismo podría llegar a serlo.

Como se ha vuelto a ver este fin de semana, Sánchez está incluso peor que solo; está rodeado de socialistas sectarios, incapaces o incompetentes, o todo ello al mismo tiempo (y no hay cosa peor en política). Porque más le valdría estar solo que tan mal acompañado.