«En la República Federal de Alemania como Estado nacional la soberanía recae en el pueblo alemán, por lo que estados federados no son los dueños de la Constitución», recoge la Sala II del TC en un dictamen fechado el 16 de diciembre y dado a conocer ayer.
Añade que «en la Carta Magna no hay espacio para procesos secesionistas en estados federados individuales» y subraya que cualquier proceso en esa dirección viola el orden constitucional.
Con este dictamen, sin derecho a recurso, el TC alemán da por resuelta una demanda del independentista Partido Bávaro, que pretendía celebrar en el Land una consulta popular sobre independencia excluyendo de la misma al resto de los Länder y de los alemanes. «La independencia de Baviera no la decidirá un tribunal, sino el pueblo bávaro», fue la respuesta vía Facebook del líder del Partido de Baviera, Florian Weber, a una decisión que dijo «era de esperar porque cuando uno quiere drenar el pantano no se pregunta a las ranas».
El movimiento independentista bávaro tiene una larga tradición, pero es residual. Su mayor éxito electoral en décadas fue en las elecciones municipales de 2013, en las que el Partido de Baviera cosechó un 2,1% del escrutinio, quedándose con ello fuera de las instituciones. Una ausencia que le hace igualmente invisible en el gran debate político, centrado en estos momentos en cómo reforzar el Estado ante los retos en seguridad que plantea el terrorismo o en las elecciones generales del próximo mes de septiembre.
Baviera es el segundo estado federado más poblado de Alemania, uno de los más ricos y el que posiblemente más proyecte a nivel internacional la imagen y tópicos de Alemania, desde la feria de la cerveza, la Oktoberfest, o el codillo y las salchichas, hasta la industria automovilística con sello BMW.
De mayoría católica y gobernada por la Unión Socialcristiana (CSU), partido hermanado con la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel, Baviera fue uno de los territorios más ricos e influyentes durante el Imperio Romano. Fue reino independiente en el siglo XIX antes de incorporarse a la Alemania unificada en el año 1879, decisión política y militar que no gustó a todos los bávaros, pues muchos se sentían mas cercanos a la Austria católica que a la Prusia protestante.
Los intentos por abandonar Alemania continuaron durante décadas sin ningún éxito.
Tras la Primera Guerra Mundial algunos sectores plantearon la posibilidad de instaurar una República Soviética de Baviera, y a mediados de los años 20 del siglo pasado, nacionalistas bávaros amenazaron con declarar la independencia de Baviera y restaurar la monarquía. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, volvieron a surgir voces a favor de la independencia, pero Baviera renovó votos con la República Federal.
En los últimos años, alimentados por otros movimientos independentistas europeos, fundamentalmente en España y Reino Unido, el Partido de Baviera ha intentado colarse en la agenda política, aunque no enarbolando identidad o historia propia sino hartazgo en financiar a los estados federados alemanes más pobres y deficitarios, y a una Unión Europea en crisis permanente.
La crisis de los refugiados, cuyos efectos han sido especialmente tangibles en Baviera por ser este estado federado una de las principales puertas de entrada a Alemania, ha colmado el pequeño vaso de un movimiento que, siguiendo el modelo del Brexit aboga por un Baviexit.
«Los mapas no se hacen para la eternidad y ahí está Letonia, Lituania y Estonia. Quién iba a decir hace 25 años que serían libres», sostiene Wilfried Scharnagl, autor del libro Baviera también puede lograrlo sola, en el que arguye a favor de la independencia de Baviera como resultado casi natural del poder económico y significado político alcanzado.