Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 13/10/11
No hay a estas alturas del café una comunidad autónoma cuyos políticos no salten como fieras ante cualquier crítica que puedan presentar como menosprecio. Los grititos de damiselas ofendidas, típicos del nacionalismo, salen ya de todas las gargantas.
En tiempos, la armada andaluza navegaría ya hacia las costas catalanas con los cañones preparados para vengar la ofensa. Y Extremadura, de la que no sé si puede decirse que no tiene mar sin incurrir en un estereotipo negativo, habría enviado a su briosa infantería hacia el mismo destino. Claro que mucho antes de esos movimientos puramente defensivos, las fuerzas catalanes habrían asaltado Madrid por ultrajar la dignidad de Cataluña decenas, qué digo decenas, cientos, miles y millones de veces. Pero es así que faltan, de momento, aquellas dotaciones militares de las que hicieron buen uso los cantones. De modo que la guerra se libra hoy con gran aparato dramático, pero sin fuego real, a cañonazos retóricos y bobos. Podríamos decir que el progreso ha consistido en reemplazar la armada de Tonete por una troupe de Tonetti.
El problema de las palabras de Durán i Lleida sobre las subvenciones en Andalucía estriba básicamente en que las haya pronunciado él, esto es, el nacionalismo. Porque existe, desde luego, la subvención sin nacionalismo, pero el nacionalismo sin subvención, ¿qué sería? Sería una criatura malcriada que gimotea, como ahora, pero mucho más pequeña. Y si el PER ha sido un instrumento del clientelismo político socialista, el caudal de dinero público dedicado a construir las nacioncitas ha cumplido una función pareja. Todo un señor caudal, que ya no se hace una nación, como sostenía Camba, con un millón de pesetas. Por eso la reprobación que han pergeñado los socialistas en Sevilla no puede aludir siquiera a la disonancia: un representante de la «cultura de la subvención» ataca la «cultura de la subvención». También la Junta andaluza es culta, en tal sentido. Por lo que elude lo esencial y enfatiza que Durán es hombre de derechas. De la pérfida derecha que quiere acabar con el Estado del subsidio.
El éxito del nacionalismo no sólo ha de medirse por lo contante y sonante que consigue para sí mismo. Es que ha logrado generar un círculo vicioso. Como su victimismo tiene éxito, esa actitud se propaga y cuanto más se contagia, más se refuerza. Así, no hay a estas alturas del café una comunidad autónoma cuyos políticos no salten como fieras ante cualquier crítica que puedan presentar como menosprecio. Los grititos de damiselas ofendidas, típicos del nacionalismo, salen ya de todas las gargantas. Y a la menor ocasión. Pues estas batallitas verbales, esas solemnes reprobaciones y las no menos solemnes tonterías a las que se replica, son puro fertilizante para la planta identitaria.
Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 13/10/11