EL CORREO 01/07/13
MAITE PAGAZAURTUNDÚA
Egunon, vengo a pedir permiso de armas de tipo ‘E’». «¿Y?» «¡Ah! Es que quiero ser terrorista». «¡Oh!». En la Audiencia Nacional pecan de formalistas y es cosa de entender, porque se dedican a interpretar la ley y a intentar entender hechos causantes de delitos graves y cosas así, según complejas leyes procesales. La vida en el exterior es un poco diferente, porque solemos ver con los ojos y escuchar con los oídos. Pasa lo mismo con la visión, por ejemplo, de lo que es un «contexto bronco y tabernario» en la Audiencia Nacional como eximente de la amenaza de muerte que un significado comisario político del mundo de la vieja y nueva Batasuna espetó a unos chavales que celebraban el triunfo de la selección española por las calles de San Sebastián portando la enseña nacional.
ETA no se molesta en matar ahora porque su debilidad operativa se ha convertido en una oportunidad de victoria política a largo plazo. A lo mejor es eso lo que querían decir los jueces y no tuvieron su día bueno al argumentar. Pero no es cosa de minusvalorar el odio, o las amenazas que se expresan en contextos broncos y tabernarios ni en el País Vasco, ni fuera de él, porque no es escasa la cantidad de burradas que pueden originarse mientras se recuecen los sujetos humanos en alcohol u otras sustancias. Qué diré, si simplemente un fulano se recuece en el odio contra algún colectivo humano ideológicamente distinto y el hecho causante del odio está bendecido por la comunidad.
Aprendí a no minusvalorar los contextos broncos y tabernarios hace muchos años, cuando mis propios hermanos tuvieron que dejar de salir de noche durante las celebraciones de las fiestas patronales en el pueblo donde crecimos, Hernani. Las amenazas en un contexto bronco y tabernario nunca fueron una broma. No fueron una broma.
Unos años más tarde, durante las fiestas patronales de San Juan, en pleno día, en el contexto de las txoznas que se instalaban en los aledaños del paseo de los Tilos, fui yo misma la que escuchó un «hay que matar a todos los españoles». No era una broma.
Cualquier ciudadano o ciudadana vasca que haya sufrido la amenaza de ETA o de su entorno ha aprendido a valorar adecuadamente el sentido de las amenazas en contextos broncos y tabernarios donde el anonimato o la jauría pueden actuar de forma desinhibida. Pero sobre todo, a valorar adecuadamente la cadena planificada que comienza a actuar después de la amenaza, con el chivateo de la persona amenazada, a veces por varias vías, por varias fuentes. Y desde luego jamás han necesitado permiso de armas en Euskadi para pegar un tiro a un ser humano amenazado.