La reacción de la UE frente a la invasión rusa fue de una rapidez y una unanimidad que sorprendió a todos los que estamos acostumbrados a ver avanzar el proyecto de la unión entre los europeos arrastrando los pies, tras elaborar sesudos informes de cientos de páginas y miles de números para adoptar años después decisiones de 15 líneas. Europa se sintió no solo amenazada por la invasión rusa, sino también agredida en sus principios más básicos. Por eso corrimos todos a revitalizar la OTAN y a canalizar ayudas millonarias tanto humanitarias como militares. Bueno, en realidad corrimos todos menos la mitad del Gobierno español, que considera más útil enviar al Donbás octavillas impresas con los pensamientos de Gandhi, conscientes de que Putin es muy sensible a las magníficas enseñanzas del Mahatma.
Pero pronto nos dimos cuenta de la absurda situación a la que hemos llegado, pues las ayudas quedan contrarrestadas sobre el terreno, y con ventaja, por el dinero que entregamos a Rusia para pagar la energía que le compramos. La conclusión se hizo evidente. Carece de sentido ayudar a Ucrania para que no pierda la guerra y apoyar a la vez al invasor, lo que impide que la gane. Así que no ha habido más remedio que replantearse los suministros energéticos. Es decir llega la hora de la verdad, que nos encuentra con situaciones muy dispares en cuanto a dependencias y alternativas de abastecimiento. De ahí que la respuesta se haya atascado y la unanimidad se haya volatilizado en cuanto hemos pasado desde los bellos principios a las feas realidades. La UE decidió el lunes embargar el petróleo -el gas, no- y hacerlo de manera parcial.
El Banco de España ha calculado el coste de mantener los principios. Para la UE, detener las compras a Rusia supondría reducir el PIB entre un 2,5% y un 4,2% y elevar la inflación entre un 1,6% y un 2,7%. En España estamos menos expuestos y disponemos de más alternativas de suministro, lo que minimiza el impacto negativo hasta entre un 0,8 y un 1,4% de menor PIB, y entre un 0,8 y un 1,2% de mayor subida de precios.
¿Son caros los principios? La respuesta depende de cada uno, pero pienso que si no estamos dispuestos a perder por defenderlos en Ucrania mucho menos que lo perdido con la pandemia, es que valoramos muy bajo la importancia de los valores que aseguramos defender con tanto entusiasmo… cuando su defensa no implica coste alguno.