Editorial, EL MUNDO, 11/6/11
DECÍAMOS AYER que el consumo se ha desplomado en estos últimos meses, que el acceso al crédito se ha restringido todavía más y que todo indica que el crecimiento de la economía española va a estar por debajo del 1% este año. Por si ello fuera poco, el diario neoyorquino The Wall Street Journal revelaba que el Santander sólo ha podido colocar la mitad de una emisión de 1.000 millones de euros en cédulas respaldadas con préstamos a ayuntamientos y comunidades y avaladas por los activos del propio banco.
Dado que el Santander es uno de los mayores bancos del mundo y que su solvencia está fuera de duda, el rechazo de los mercados pone en evidencia la profunda desconfianza que suscita la economía española. Ni siquiera la entidad que preside Emilio Botín es capaz de colocar un producto que los inversores internacionales identifican con el despilfarro autonómico y la mala imagen de nuestro país.
Si el Santander, que es una marca sólida y respetada dentro del sistema financiero, tiene problemas para captar capitales, podemos imaginar el calvario de cualquier otra empresa o particular que necesita financiación.
Los datos del Ministerio de Economía que publicábamos ayer mostraban que el crédito a familias y empresas en tasa interanual había bajado en el mes deabril en un 0,4%, lo que pone en evidencia que el problema del acceso a la financiación se ha seguido agravando a pesar de las medidas del Gobierno.
Ayer mismo, el diferencial con el bono alemán volvía a subir a 256 puntos, lo que significa que el Estado tendrá que elevar la remuneración de sus emisiones para colocar sus títulos, una mala noticia para un país tan endeudado como España. Al mismo tiempo, Telefónica anunciaba la cancelación de la salida a Bolsa de su filial Atento por «la desfavorable situación de los mercados».
La cuestión es si esta situación va a ir a peor todavía y cuándo vamos a tocar fondo en esta crisis. A la luz de todos estos datos, sólo se puede ser pesimista, máxime teniendo en cuenta la irresponsable actitud del Gobierno.
El Consejo de Ministros aprobó ayer el decreto-ley para la reforma de la negociación colectiva, que nace muerto, ya que el Ejecutivo lo va a tramitar como proyecto de ley para que sea modificado por los partidos.
Está claro que el Gobierno es incapaz de asumir sus responsabilidades e intenta ganar tiempo para no enfrentarse a los sindicatos ni quedar mal ante la CEOE.
Esta absoluta inoperancia queda reflejada perfectamente en unas palabras de Elena Salgado en una entrevista realizada por una publicación de Fedea. Le preguntan si cambiaría algunas de las medidas adoptadas por el Gobierno para afrontar la crisis y responde que lo único que haría es «explicarse más y mejor ». O sea, que el Ejecutivo lo ha hecho todo bien, pero que ha fallado en su política de comunicación. Un cinismo de tal calibre constituye un insulto para la inteligencia de los ciudadanos.
Si a todo ello se suma la debilidad política de un Gobierno que carece de respaldo parlamentario para sacar adelante sus proyectos y se va a ver obligado a pagar a precio de oro los apoyos, la única conclusión posible es que Zapatero debería adelantar las elecciones al próximo otoño.
Ya no es posible amagar y no dar, prometer reformas que nunca se llevan a cabo y realizar anuncios que luego no se pueden materializar. Tampoco podemos continuar durante nueve meses bajo la zozobra de nuevos ataques de los mercados. Por lo tanto, apelamos al sentido de la responsabilidad del presidente y le decimos que lo que tenga que hacer, lo haga pronto.
Editorial, EL MUNDO, 11/6/11