Más interés tienen las elecciones vascas, donde el PNV mantiene los 27 parlamentarios que tenía en la legislatura, con opción a uno más; EH Bildu pierde cinco, el PSE la mitad de los 16 que tenía y se queda en ocho, los mismos que el PP que pierde dos. Podemos irrumpe con 15-16 escaños, dando el sorpasso y doblando a los socialistas. UPyD pierde el parlamentario al que uno pensaba votar, Gorka Maneiro, que ha renunciado a presentarse. Los resultados del sondeo del CIS son clavados a los que pronosticaba el de EiTB, que fijaba en 27 los del PNV, daba uno más a EH Bildu y dejaba en 14 los escaños de Posemos.
Así las cosas, la batalla que enfrenta al PSE y al PP para ofrecerse al PNV como socio carece de sentido. La investidura vasca no es como la de Madrid, no existe el voto negativo. El PNV podría optar por un pacto con Bildu o con Podemos que le daría la mayoría absoluta para gobernar. Pero le bastará sumar los ocho escaños del PSE para superar los 32 que podría alcanzar un pacto alternativo de EH Bildu y Posemos. Sin embargo, la situación no deja de ser un dulce desquite para el partido-guía de los vascos: los dos partidos que acordaron sumar sus fuerzas en marzo de 2009 (25+13) para desbancar a su candidato, Juan ‘Josué’ Ibarretxe, que tenía 30 escaños, se disputan ahora el honroso puesto del morroi (criado) del caserío y mantienen entre ellos un antagonismo como el que jamás tuvieron con el PNV. Ni siquiera en la época de Arzalluz.
El PNV ha recuperado la centralidad que le había hecho perder el Plan Ibarretxe. Hubo una etapa, a finales de los 90, en la que el PNV apoyaba a Aznar en el Congreso, gobernaba en Lakua con el PSE y Eusko Alkartasuna, para pasar en 1998 a aliarse con EA, IU y mediante pacto de legislatura, con Euskal Herritarrok. El terrorista Josu Ternera votó a Ibarretxe en 1999. Gobernó con el PP en el consistorio bilbaíno, alianza que cambió por IU y el PSE. Gobernaba la Diputación alavesa con EA y el Ayuntamiento de Vitoria con Unidad Alavesa. No había quien diese más.
Vuelven los viejos tiempos y se manifiesta en todo su esplendor lo que podríamos llamar la paradoja constitucional. Cuando el independentismo en Euskadi ha alcanzado su mínimo histórico, también tocan suelo los dos partidos que podrían reivindicar la unidad constitucional de España. Los socialistas y el único lehendakari que han tenido deberían reflexionar sobre el asunto. El PP no ha sido un modelo, ciertamente, pero López y Sánchez (qué gran marca para una fábrica de embutidos) deberían considerar si los suyos pueden tener como guía al PSC de Iceta y si es sensata su reivindicación del derecho a decidir. Sólo hay una esperanza: que el CIS se equivoque en Galicia, Feijóo se quede en 37, C’s no moje y Xoaquín Fernández Leiceaga pueda gobernar con el BNG y las mareas varias, para poder gobernar Galicia como lo están haciendo en los ayuntamientos de Santiago y A Coruña. Qué hermosura, el Apocalipsis.