El «momento adecuado» que Angela Merkel esperaba para anunciar si volvería a concurrir como cabeza de lista de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en las elecciones generales del próximo año ha llegado. Y sí, repetirá suerte en las urnas por cuarta vez consecutiva. Para tranquilidad de unos e irritación de quienes han pedido su cabeza por la crisis de los refugiados y la perciben incapaz de ilusionar tras tres legislaturas.
«No ha sido una decisión trivial. He pensado mucho antes de tomarla, sobre lo que supone para el país, para mi partido y para mí personalmente», explicó Merkel en la sede de la CDU tras la primera de las dos jornadas de deliberaciones programadas por la Ejecutiva del partido de cara al congreso federal del próximo diciembre, donde Merkel renovará su cargo como secretaria general, será designada oficialmente como candidata y se aprobará un programa electoral arduo: Orientación en tiempos difíciles para una Alemania y Europa exitosas, se titula el documento. «El combate por nuestros valores» democráticos y de libertad es clave en ese programa. También, admitió la canciller, «reajustar la situación internacional» tras las elecciones en EEUU.
Merkel puso en valor su «experiencia» en una era nueva plagada de incertidumbre e inseguridad en el mundo. Su decisión es consecuente y hasta de agradecer su vocación de «seguir sirviendo» si, como opina el presidente estadounidense, Barack Obama , la canciller se ha convertido, tras la victoria de Donald Trump en EEUU en «el último baluarte de los valores de Occidente».
La líder de la CDU, efectivamente, es garante de estabilidad en tiempos en los que el populismo se ha colado incluso en la Casa Blanca y puesto con ello en cuarentena una arquitectura mundial que fue bipolar, luego multipolar y a partir de ahora no se sabe. Tiempos en los que la Unión Europea se prepara para que los cirujanos del Brexit le amputen un brazo, el Frente Nacional de Marine Le Pen conquiste Francia, el ultraderechista FPÖ se haga con la Jefatura del Estado en Austria y así sucesivamente. El mapamundi esta lleno de chinchetas señalando conflictos en curso o potenciales.
Pero Merkel no podrá ser el único palo que aguante la vela ni navegar por los mares conocidos y amenaza de vientos huracanados de Trump, Putin o Erdogan. Ella lo sabe y lo ha advertido abiertamente al anunciar su candidatura.
«Es grotesco y absurdo pensar que una persona sola pueda hacer frente a todo eso», dijo Merkel, que pidió la unidad de todos y, para empezar, la de los alemanes.
Porque una cosa es cómo ve Europa y el mundo a la canciller Merkel y otra lo que ella representa para los alemanes. Y para muchos, el continuismo y la estabilidad es tedio con factor de riesgo. Su política migratoria ha generado crispación política y social y abonado el terreno a las populistas Alternativa para Alemania (AfD) en detrimento de la CDU, que ha encadenado derrotas en los comicios regionales celebrados este año.
Merkel concurrirá a las elecciones y su partido volverá a ser el más votado. Los sondeos le otorgan el 34% de los votos, insuficientes para gobernar en solitario. Un nuevo mandato dependerá de los resultados de sus contrincantes. Y la variable que puede trastocar sus planes, está en el Partido Socialdemócrata (SPD), socio en la actual coalición de Gobierno. Es público que el SPD, segundón en la gran coalición, coquetea con Los Verdes y La Izquierda para la formación de un tripartido en el supuesto de que la aritmética parlamentaria lo permitiese. Sería el fin de Merkel.
Con esas «conversaciones» como telón de fondo, circula la tesis de que el líder del SPD y ministro de Economía, Sigmar Gabriel, ha ofrecido al actual presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, la cartera de Exteriores, que quedará vacante en febrero, cuando Frank-Walter Steinmeier acceda a la Presidencia. Y circula igualmente el rumor de que Schulz, y eso encaja en su personalidad, ha condicionado su regreso a Berlín a su designación como candidato, lo que supondría cortarle más las alas al ya debilitado Gabriel.
Si el SPD obliga a Gabriel a aceptar el chantaje de su hombre en Estrasburgo y las urnas permiten el tripartito, Schulz lo consumará para ser canciller. Si el candidato es Gabriel puede que un ala del partido desempolve el tufo comunista que ha demonizado a la izquierda desde su aparición tras la Unificación. «Las elecciones van a ser muy difíciles. La sociedad está polarizada y hay riesgo de un tripartito rojo-rojo-verde», pero «aportaremos nuevas ideas y soluciones a los problemas e inquietudes de los ciudadanos», prometió la canciller. Está por ver.