José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Menos Begoña y más Trump. Menos Jésica y más Putin. Moncloa impone un argumentario de hierro para camuflar la corrupción
El Rey y Sánchez se tapaban la boca en sus cuchicheos en el Mobile de Barcelona. Como los futbolistas en el banquillo. Como los diputados en el escaño. Un secreteo hasta ahora nunca visto. Tantas cosas ocurren en España que hasta ahora no se vieron. ¿Y de qué hablaban el jefe del Estado y el presidente del Gobierno en Cataluña, ese territorio ya casi extranjero en el que los mossos vigilarán las fronteras, expulsarán a los inmigrantes ilegales, hasta expedirán permisos de residencia (y quizás pasaportes)?
-¿Cotilleaban quizás de lo de Jésica, el tema del día, con el desfile por el Supremo del hermano de Koldo, el hijo de Ábalos, de un Escolano que pagaba el pisazo de Jésica en la Plaza de España, de la secretaria de Aldama, el gran conseguidor, y hasta del jefe de Gabinete de MJ Montero, denunciado por el comisionista?.
-¿Acaso comentaron el papel insostenible del fiscal general del Estado, abrasado a lo bonzo por su persecución al novio de Ayuso para camuflar los usos inadecuados de Begoña?
-¿Se deslizaría alguna pregunta inocente sobre el cúmulo de sospechas que envuelven la inestable figurilla de Santos Cerdán, el capataz de Ferraz?
-¿Podría el monarca haber preguntado por los motivos de que el Gobierno ha bloqueado el flujo de las ayudas a Valencia, quizás para forzar la renuncia de Mazón por asfixia? De momento, quien está palmando en ese pulso es la ministra del flequillo trekkie, Diana Morant, ilustre nulidad, que recibió tremenda bofetada en las primarias del domingo.
El presidente del Gobierno ya ni siquiera concurre al preceptivo despacho semanal en Zarzuela. De modo que los virtuosos del pie de foto tuvieron que imaginar el tema de la conversación entre Pedro y el Rey
Son temas, todos ellos, que aguardan respuesta y que “interesan a la ciudadanía”, como dice Pilar Alegría cuando intenta vender alguna teoría sicalíptica de imposible digestión. Y son asuntos sobre los que, en cualquier democracia occidental, el primer ministro informaría al Jefe del Estado para tomar decisiones.
En nuestro país esto no pasa. El presidente del Gobierno ya ni siquiera concurre al preceptivo despacho semanal en Zarzuela. De modo que los virtuosos del pie de foto (ese género periodístico tan abandonado) tuvieron que imaginar el tema de la conversación entre Pedro y el Rey. Que si la situación de Ucrania, la bronca en la Casa Blanca de Trump contra Zelenski, la reunión del domingo de los gerifaltes europeos en casa de Starmer y, en general, este espantoso 2025 que amaneció negro «como un rencor insuperable» (Bolaño, Roberto, no confundir).
Los asesores de la Moncloa remiten a los ministros y sus papagayos mediáticos algunas directrices sobre cómo salir del paso para vender las trolas del Ejecutivo. El argumentario que se expide en estos días se centra en que ha de obviarse entrar en debates sobre Jésica (estamos en vísperas del 8-M), ni remover la ciénaga de Cerdán, ni escarbar en el pozo negro del fiscal García Ortiz, ni siquiera percutir sobre el mediador Aldama, aunque sea para cubrirle de lodo. Del sinfónico hermanísimo y de la esposa imputada, ni mención. ¿Acaso no se percibe un curioso vacío informativo sobre estos dos personajes en los últimos días? Incluso el novio de Ayuso ha resucitado en los noticiarios pero de Begoña no se ha vuelto hablar. ¿Hay que preocuparse por la inmovilidad del juez Peinado?
Hay que hablar sólo de la política internacional, como cuando el franquismo, que las crónicas del exterior y los deportes colmaban las páginas de los diarios. Asuntos de intramuros, mejor no gracias.
Hay que hablar de Trump, de Putin, valga la redundancia, del menguante Zelenski, de la inoperante Europa, de la acorralada Meloni, del petulante Macron…, o sea, de la política internacional, como cuando el franquismo, que las crónicas del exterior y los deportes colmaban las páginas de los diarios. Asuntos de intramuros, mejor no gracias.
Sánchez, sin embargo, ni siquiera en este terreno se encuentra cómodo. Así se vio en la foto del domingo en Lancaster House, el último de la segunda fila, no se le veía. Apenas sabe qué responder cuando se le pregunta por el aumento de presupuestos de Defensa, sobre el envío de material bélico a Ucrania y, menos aún, de la posible remisión de ‘botas sobre el terreno’ de la muerte. Tiene un problema con sus socios de Gobierno, abiertamente pro Putin unos (Bildu y los secesionistas catalanes, en especial Puigdemont, el de la fronteras, que reclutó asesores rusos cuando el ‘procés’) y pacifistas de sermón los otros (Sumar y PNV).
Escenario de hazañas bélicas
También tiene vedado pronunciar el nombre de Trump, para no ofender por si los aranceles, y se ensaña, sin citarlo tampoco, con Musk, el de la “teknocasta”, la última ocurrencia del equipo de Diego Rubio, el nuevo creador de eslóganes del Ala Oeste. Cuando la victoria de Trump, el presidente del Gobierno español intentó erigirse en el último combatiente vivo frente a la invasión de los bárbaros de la ultraderecha, el líder de las combativas fuerzas del progreso frente a la reacción. Ahora ha modulado su verbo y suavizado su discurso. “Se esconde en las faldas de Europa”, dice Ayuso. Evita los pronunciamientos firmes, las proclamas beligerantes y hasta aquellos tuits provocadores y combativos que emitía hace unos meses. Se ha arrugado. El secretario general del partido del ‘no a la guerra’ se muestra muy incómodo en este escenario de hazañas bélicas. España es el penúltimo país de la UE en presupuesto de Defensa, un incómodo papelón para Margarita Robles, que se esfuerza en camuflar con su peroratas de pan rallado.
Feijóo se manifiesta más suelto que hace unas semanas. Su respaldo a las posiciones europeas es incuestionable y su alejamiento de las bravuconadas de Trump, tan hilvanadas al criminal de Moscú, le facilitan su mensaje de respaldo absoluto a la mártir Ucrania El corte de mangas a Europa y el desprecio a la OTAN por parte del nuevo Washington merece una respuesta tajante y sin titubeos desde las filas del líder de la derecha española, que respalda y exige una mayor inversión en Defensa y el envío de fondos y material en ayuda de la crucificada Ucrania.
Ya se anuncia una lluvia de cientos de miles de millones por parte de la Comisión Europea, junto a una serie de directrices para que sus miembros gasten más en seguridad con una cláusula de escape de las reglas fiscales
Quizás se le complique el panorama a Santiago Abascal en su neto seguidismo del marsupial de la Casa Blanca, una estrategia incierta, aunque abierta a todo tipo de sorpresas. El votante de Vox es joven, impulsivo y detesta tanto al PSOE como al PP. Incluso se abrazan a la teoría de que los políticos ucranianos son una pandilla de saqueadores que arramblan con la ayuda internacional y que acumulan enormes depósitos de fondos en los distintos paraísos fiscales del planeta.
El último refugio de Sánchez es confiar en la generosa reacción de Bruselas. Ya se anuncia una lluvia de cientos de miles de millones por parte de la Comisión Europea, junto a una serie de directrices para que sus miembros gasten más en seguridad con una cláusula de escape de las reglas fiscales. Otra vez jauja, como en pandemia. La gran kermesse de la next generation y del «que venga detrás, que arree». De nuevo el general derroche, sin controles, sin auditorías, sin inspecciones ni ‘hombres de negro’.
En este viejo país ineficiente llamado España (Gil de Biedma) no cabe esperar muchas actitudes razonables ni iniciativas dignas. Sánchez no propiciará una relación limpia y abierta con la Corona ni se le ocurrirá convocar a Núñez Feijóo para afrontar esta pesadilla que ya acecha. Eso sí, hay que hablar de Trump, salir en las fotos de la UE, acudir a las citas de Bruselas y alejar del foco informativo cuanto huela a koldismo, prostitutas, corrupción y begoñas.
A buen seguro que esos emas no se trataron en la foto de las boquitas tapadas del Mobile barcelonés. Saben en Zarzuela que algunas cosas no tiene remedio, pero, como decía Bogart, «hay que estar”.