Advierto que el relato puede provocar vómitos, pero aconsejo su lectura, no obstante, porque constituye un perfecto exponente del cuentico de la paz que tan bien conocemos en Europa. Alrededor de ETA, del IRA y ahora de Al Qaeda.
Los carroñeros de la paz me producen una náusea casi comparable a la de los propios criminales. Por su labor, nada inocente, nada ingenua, en la supervivencia del terrorismo. A eso se refería el presidente colombiano Álvaro Uribe cuando denunciaba este fin de semana al bloque intelectual que sostiene a las FARC «con el cuentico de la paz». Indignado como millones de personas en todo el mundo por las intervenciones de los carroñeros en las operaciones de liberación de secuestrados de las FARC de los últimos días.
Como Olga Amparo Sánchez, una activista de Colombianos y Colombianas por la Paz, que participó en una de las entregas de secuestrados y que escribió su experiencia en el periódico colombiano El Espectador. Advierto que el relato puede provocar vómitos, pero aconsejo su lectura, no obstante, porque constituye un perfecto exponente del cuentico de la paz que tan bien conocemos en Europa. Alrededor de ETA, del IRA y ahora de Al Qaeda. Concluye la pacifista que la liberación se salvó por la buena voluntad de la guerrilla. Esto no es un canto a la guerrilla, reitera la pacifista, pero uno tiene que reconocer su buena voluntad. Fíjese usted que si no llega a ser por la bondad de estos criminales y narcotraficantes que los secuestraron, no hubieran podido liberarlos.
Me gustaría creer que esta mujer es una pobre idiota, pero, lamentablemente, las operaciones de propaganda montadas por los narcoterroristas colombianos con las liberaciones de sus víctimas cuentan con múltiples colaboradores como ella. Una y otra vez. No todo el pacifismo es esto, por supuesto. Pero hay un pacifismo, el del cuentico de la paz, como éste.
Edurne Uriarte, ABC, 9/2/2009