EDURNE URIARTE, ABC – 09/06/15
· Ciudadanos debe de tener portavoces y líderes regionales, pero no conseguimos aprendernos uno solo de sus nombres.
Los nuevos partidos aseguraron que nos traerían una nueva política y la chulería se ha convertido en cuento en menos de un año, lo que han tardado en saborear poder. Lo nuevo se ha quedado en excentricidades como las acelgas de Manuela Carmena, sus dos horas de retraso con los periodistas «porque he estado cocinando las acelgas que me han enviado los presos de Soto del Real», o su «me interesa poco la política», como si a un médico le interesa poco la medicina, escribió ayer Carrascal, qué miedo.
La nueva política consistiría, decían, en partidos mucho más democráticos y menos jerárquicos en su organización. Y en una acción política que acabaría con la corrupción y regeneraría la democracia. Sobre lo primero, los partidos participativos y asamblearios, no hay más que echar una ojeada a Podemos o a Ciudadanos, sobre todo al primero, que era el que más presumía de revolución organizativa. Iglesias no sólo ejerce de líder supremo y ordena y corta cabezas que ni Rosa Díez, sino que ha adquirido un endiosamiento y una pérdida de contacto con la realidad incomparables. Cualquier síndrome de La Moncloa se queda pequeño al lado del síndrome de estrella político-mediática que lo ha embargado.
Ciudadanos debe de tener portavoces y líderes regionales, pero no conseguimos aprendernos uno solo de sus nombres, con Rivera ocupando en exclusiva las pantallas y las portadas. Quiere imponer primarias a los demás, pero algo nos dice que, en su partido, siempre las ganarán él y los suyos, o que el resultado será exactamente el mismo que en los viejos partidos, en esos donde las primarias las gana el secretario general y, cuando no, lo «dimiten».
Sobre la corrupción, ni siquiera les ha hecho falta llegar al poder para darnos una idea de sus posibilidades. Pablo Iglesias estableció la semana pasada que un imputado es inocente, y su imputación, una conspiración política, siempre que el afectado sea de Podemos, además de exnovia, en este caso, Tania Sánchez. La misma que llamaba chorizos, ladrones e impresentables a los imputados de los demás partidos. Albert Rivera ha establecido justamente lo contrario estos días, que un imputado es necesariamente sospechoso y culpable, siempre que no sea propio y se le recoloque como asesor de un eurodiputado con apasionadas defensas sobre su honradez.
Sobre la regeneración democrática y lo de dar voz al pueblo, la nueva política consiste en impedir que gobiernen los ganadores con pactos de perdedores. Y en presumir de ello porque ahora la decisión democrática ya no es la de los ciudadanos en las urnas, sino la de los partidos minoritarios en los despachos y en los restaurantes. Lo que justifican con un rostro de hormigón armado que ni el más veterano, aparatero y desacomplejado de los de la vieja política.
Hay que reconocerles que sí son nuevos en algo, al menos en España: en su extremada habilidad para utilizar las televisiones y las redes sociales. Han removido el marketing político español. Bien es verdad que el modelo de Podemos viene de Chávez y su Aló Presidente, y el de Rivera, de los políticos estadounidenses. Pero ambos dan muy bien en televisión y saben movilizar las redes sociales. Su vieja política les ha parecido nueva a un buen número de electores y se lo seguirá pareciendo en las próximas g enerales. La realidad suele ir por detrás del marketing.
EDURNE URIARTE, ABC – 09/06/15