El culebrón

ABC 04/08/16
IGNACIO CAMACHO

· El PP está tan acostumbrado al repudio que atisba una rendija de optimismo en que Rivera no le haya escupido a Rajoy

HAY algo de enternecedor en ese PP tan acostumbrado al repudio que se alboroza de que Albert Rivera no le haya escupido a Rajoy. El líder de Ciudadanos ni siquiera transformó su «no» en un «quizás» o un «ya veremos», pero la simple suavidad de su negativa, o su mera apariencia moldeable, ha abierto en el Gobierno una rendija de optimismo. El presidente no es ningún Casanova político –más bien sus dotes de seducción son manifiestamente escasas–, pero confía en que el cortejo a C’s tenga éxito a base de insistencia. Ha recibido tantas calabazas que ve una posibilidad donde acaso sólo haya habido una cierta cortesía.

No menos emocionante, empero, resulta la fe en sí mismo de Rivera, convencido en apariencia de su capacidad de ablandar a su vez la pétrea obstinación negativa de Pedro Sánchez. Si lo logra habrá que reconocerle poderes taumatúrgicos. Y en ese caso, un hombre que pudiese vencer al mismo tiempo la contumaz alergia de Rajoy a las reformas y la terquedad resistente de su antagonista no merecería el corto papel de bisagra: habría que promoverlo a la jefatura del Gabinete, aun a riesgo de que la declinase en su proverbial rechazo a los «sillones». El empeño riverista es prometeico; nada menos que devolver a los partidos constitucionalistas al consenso. A base de pura convicción, además, ya que no tiene diputados suficientes para resultar decisivo, y sin romper su abstención vestal para no contaminarse de bipartidismo. En caso de éxito habrá que destocarse, panamá en mano, ante tamaño ejercicio persuasorio. Eso no sería un mediador, sino un estadista.

Pero mientras el prodigio sucede o no, la realidad es que la cosa no avanza un palmo. La investidura veraniega va camino de convertirse en un culebrón difuso y trabado como el del fichaje de Pogba. El hálito esperanzador de ayer no pasa de ser un leve matiz tonal y, habida cuenta del tiempo que llevamos sin acuerdo, transformar ese tono en melodía reconocible puede costar aún semanas o meses. A efectos de certidumbre parece más significativa la cerrazón de Sánchez. En ningún lugar está escrito que incluso la eventual suma de PP y C’s vaya a conmoverle. Si está decidido a lanzarse por la vía alternativa ese pacto, más que para arrastrarlo a la colaboración pasiva, sólo servirá para reafirmarlo en que «las derechas» no tienen mayoría suficiente.

El bloqueo, eso sí, continúa alumbrando esplendorosas modalidades inaugurales de ingeniería política creativa. El martes asistimos a la presentación del primer jefe de la oposición sin Gobierno al que oponerse, y ayer tocó contemplar la primera negociación de presupuestos virtuales, a falta de un Ejecutivo que los presente. Otra pirueta más –por ejemplo, la autodisolución de las Cámaras o la investidura instrumental con un candidato kleenex– y tal vez lleguemos al fenómeno de unas elecciones sin candidatos. Están en ello. Italia, aprende.