LIBERTAD DIGITAL 05/05/15
PABLO PLANAS
La experiencia demuestra que cuanto más grita un nacionalista, más tiene que esconder y más debería callar. Los golpes en los pectorales de Pujol en sus tiempos de bancos y honra eran de gorila alfa, pero no en pos de una penca de bananas sino para dar el queo al clan y levantar al pueblo en guadañas. Todo mentira, una enorme, tosca, grosera, evidente y eficaz mentira que no se ha desgastado con el uso. Al contrario, cuela como el primer día. Ahí está Mas para demostrarlo.
El presidente de la Generalidad catalana ha quebrantado todas las leyes y sentencias que ha querido; ha incumplido órdenes y mandamientos constitucionales; pretende consumar la división de los catalanes en dos comunidades, tarea emprendida por su padre político; y amenaza con una declaración unilateral de independencia mientras va por ahí como un orate explicando que el ejército catalán será el de la OTAN más veinte mil mozos en plan soldado universal, que en vez de pelotas tienen granadas.
Mas está tan encrespado y genera tanta crispación que no parece un presidente autonómico sino el mariscal Grouchy a punto de meter la pata en Waterloo. No lee discursos. Pronuncia arengas cuarteleras que dejan a Maduro como un tiranillo de medio pelo. Y por lo demás le importa un bledo la fuga masiva de empresas. Seguro que alguien se está forrando con ello.
Cambian las caras, a veces los apellidos, pero se mantienen los procedimientos. Todo el griterío y los supuestos agravios, los desfiles de antorchas y las Diadas del rencor, las estructuras de estado, la épica y los mitos; todo remite a un cuñado de Mas, Juan Antonio Rakosnik, a sueldo de una empresa que consigue trincar los contratos informáticos de la Administración catalana. Según ha desvelado Esteban Urreiztieta en El Mundo, el Sepblac -o Servicio de Prevención de Blanqueo de Capitales del Banco de España- investiga el asunto, la operación Maná. La empresa, que son muchas sociedades, iba mal, fichó al cuñado y se proyectó desde Vich hasta la estratosfera de los millones de euros por cientos, a capazos, a punta de fla o Fondo de Liquidez Autonómica.
A este Rakosnik, hermano de doña Helena, esposa de Mas, le llaman «el cuñadísimo». Su hermana es más de fulares que de collares y además Serrano Suñer era cuñado de Carmen Polo y no de Franco. En cualquier caso, Rakosnik es lo que se llama un cuñata, el típico conseguidor de gangas, el que sabe dónde sirven las mejores gambas y la contraseña de la informática a la catalana, un negocio redondo con derivaciones en los ciberespacios fiscales. Juan Antonio, no Joan Antoni, porque entre ellos se llaman como les da la gana y si las leyes españolas no les afectan, menos las catalanas, que son suyas. Pujol tiene familia y Mas, pues también.