Karina Sainz-Vozpópuli
El socialista pasó de primer ministro de François Hollande a concejal de una Barcelona gobernada, con su apoyo, por Ada Colau
Más que volver a los orígenes, Manuel Valls los rebaña. Lo suyo no es rejuvenecer. Se trata de algo mucho peor. Cual Viaje a la semilla, de Carpentier, Valls consigue su mengua al tiempo que busca la de otros. El socialista pasó de primer ministro de Françcis Hollande a concejal del Ayuntamiento de una Barcelona gobernada, con su apoyo, por Ada Colau.
Como los muebles y los cirios de aquella casa que narró Carpentier, todo crece alrededor de Valls, que a estas alturas solo se empeñequece. Tres de los seis concejales del grupo del ex primer ministro francés votaron para revalidar en el cargo a Ada Colau, la alcaldesa de Cheshire -con su sonrisa siempre ambigua-, y que a ojos de Valls parecía el mal menor frente a una alcaldía en manos de Esquerra.
Más que volver a los orígenes, Manuel Valls los rebaña. Lo suyo no es rejuvenecer. Se trata de algo mucho peor
Para Valls, lo esencial era impedir gobernar a Ernest Maragall, pero también romperle la mandamasía a Rivera. Valls dio un paso al frente, incluso antes que su socio de Ciudadanos, para dejar muy claro que gracias a él se había evitado la llegada de un alcalde independentista a la capital catalana. El gesto enfandó al hiper líder naranja, Rivera, que de socialista pasó a liberal sin pestañear y hasta pactando con Vox, asunto que Valls afea, y con razón.
Socialista, con un aire cosmopolita y un marcado acento francés, Valls nació en Barcelona. Su padre, que se radicó en París, trabajó con Léger, compartió marchante con Balthus y tertulia en el Café Mabillon con Tristan Tzara y Giacometti. No es poca cosa semejante impronta. De la política francesa al retorno a los orígenes, Valls ocupa ahora la primera línea del estropicio. Habita esa frontera que separa la irrelevancia de la desaparición.
Su biografía política reproduce la lógica de ‘El curioso caso de Benjamin Button’, de Francis Scott Fitzgerald, pero sin contraprestación de la juventud
Valls, como aquel cuento de Carpertier, actúa de forma retrospectiva, echa a andar el reloj marcha atrás. Su biografía política reproduce también la lógica de El curioso caso de Benjamin Button, de Francis Scott Fitzgerald, pero sin la contraprestación de la juventud. Ahí donde Rivera lucía medroso, Valls parecía decidido, incluso patriota: mejor Colau que Maragall y su corte de independentistas. Eso sí, Vox jamás: advierte una y otra vez el francés. Abandonado por el exministro y exalcalde de l’Hospitalet de Llobregat Celestino Corbacho, Valls luce solitario. A su alrededor, le crecen los muebles, al tiempo que algunos se preguntan si, acaso, opta ahora por hacerle el trabajo a Sánchez. Entre socialistas, cómo no, queda la cosa.