Alex Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 10/11/11
Todo el mundo sabía, incluido el propio interesado, que el sillón destinado a Alfredo Pérez Rubalcaba en su confrontación dialéctica con Mariano Rajoy el pasado lunes iba a ser una silla eléctrica. De la misma forma que el poder de la pedagogía es inútil salvo en los casos en que es innecesario, las habilidades de comunicación son estériles si el producto a vender es un asco. El vicepresidente de un Gobierno que recibió un país pletórico, optimista y próspero y lo ha convertido en un páramo de frustración y de miseria no podía, aunque hiciese juegos malabares, convencer a nadie de que le votase. Los prisioneros sentimentales o los amarrados al pesebre del socialismo le van a dar su papeleta pase lo que pase, pero ni uno más. Rubalcaba no consiguió nada que no tuviera ya y Rajoy no perdió ni uno de los que ya han decidido otorgarle su confianza. Como los segundos superan abrumadoramente a los primeros, el taimado Alfredo paseó su impotencia por el plató de la Academia de Televisión de tal forma que si no nos constase lo malo que es incluso nos habría inspirado una pizca de piedad.
Sentado este hecho obvio, es curioso que todas las propuestas del candidato del PSOE fuesen errores manifiestos y todas las que formuló el del PP apuntasen en la dirección correcta. Y digo que es curioso porque esta circunstancia era irrelevante a efectos del resultado del encuentro, que estaba cantado desde mayo de 2010. Si el futuro Gobierno, tal como defendió Rubalcaba, pidiese al Eurogrupo una moratoria de dos años para ajustar el déficit y siguiese aumentado el endeudamiento y los impuestos, España iría directa a la intervención y a la ruina completa. Si, en cambio, se esfuerza en crear un entorno normativo, fiscal y laboral favorable a la actividad de las empresas, como anunció Rajoy, existe alguna posibilidad de superar la crisis. Por lo demás, el combate fue de guante blanco. Ni un solo reproche de corruptelas ni referencias a ETA salvo la retórica balsámica de la unidad de los demócratas ni contraste de concepciones antropológicas o morales. Los dos participantes en la final de la década cumplieron su papel con absoluta profesionalidad, el uno perdiendo y el otro ganando sin despeinarse ni segregando un miligramo extra de adrenalina. Viéndoles y oyéndoles nadie diría que nuestra desdichada nación se encuentra inmersa en un desastre de proporciones cósmicas del que únicamente se salvará aceptando que su riqueza se ha reducido en una proporción significativa, que su sistema de protección social va a adelgazarse sensiblemente y que los españoles tendremos que trabajar más por menos dinero durante bastantes años. Eso por no mencionar que la broma del Estado de las Autonomías habrá que desmontarla y que a los sindicatos y a los partidos políticos se les ha acabado el momio. A partir del 21 de noviembre, sangre, sudor y lágrimas, pero vislumbrando por fin la luz al fondo del túnel.
Alex Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 10/11/11