EL MUNDO – 25/04/16 – EDITORIAL
· La votación en el Congreso de la propuesta de ERC de adelantar la edad de sufragio a los 16 años ha abierto un debate saludable, pero inoportuno, interesado y propagandístico. A menos de dos semanas para que se disuelvan las Cámaras (si los partidos no dan la gran sorpresa de alcanzar antes un acuerdo de Gobierno) carece de sentido plantear una proposición no de ley de este calado que morirá el próximo 2 de mayo con el fin de esta corta y atípica legislatura.
En este contexto, está claro que los republicanos catalanes y el resto de partidos que apoyaron la propuesta con mayoría parlamentaria han actuado pensando más en sus intereses electorales que en el fondo del debate.
Adelantar la edad de voto a los 16 años en España no sería consecuente con nuestro marco jurídico, aunque existen argumentos a favor. Es cierto, como bien dicen los defensores de esta iniciativa, que a esa edad un joven tiene derecho a acceder legalmente al mercado laboral, dar su pleno consentimiento a un tratamiento médico o a mantener relaciones sexuales con un adulto. También tiene responsabilidades penales, pero éstas son las que contempla la Ley del Menor y no el Código Penal, por lo que un menor de 18 años no puede ingresar en la cárcel, por ejemplo.
Éste es precisamente uno de los principales motivos que nos lleva a defender que la mayoría de edad permanezca en los 18 años que fija la Constitución. Alcanzar esa edad lleva aparejados en España una serie de derechos y responsabilidades civiles, entre las que figura el sufragio activo y pasivo, el poder obtener un permiso de conducir o ejercer acciones jurídicas. En definitiva, ser responsable personalmente de todos los actos.
Por tanto, si alejamos la lupa del detalle de la edad del derecho al voto y obtenemos la panorámica de lo que supone alcanzar la mayoría de edad parece consecuente que ésta se mantenga en los actuales 18 años, aunque los jóvenes puedan beber o fumar cuando cumplen los 16.
En cualquier caso, es saludable que el debate de la mayoría de edad, que está en la calle, llegue a la política. Otra cosa bien distinta es cómo se podría legislar el adelanto en dos años de la edad de sufragio. Y en este punto, vuelve a ponerse de manifiesto que la propuesta de ERC, respaldada por la mayoría del Congreso (174 votos a favor gracias al apoyo del PSOE, Podemos o IU, entre otros; frente a 144 en contra del PP y Ciudadanos y la abstención del PNV) es más un brindis al sol a las puertas de una campaña electoral que una proposición seria.
Adelantar el voto a los 16 años no sólo supondría reformar la ley electoral (LOREG). También implicaría modificar el Artículo 12 de la Constitución, que establece la mayoría de edad. Plantear en un momento como el actual, en el que los grandes partidos no son ni siquiera capaces de sentarse para negociar un gobierno de coalición, una medida que implica la reforma de la Carta Magna es un disparate que sólo busca conseguir un titular favorable para los intereses electorales.
Por otra parte, como hemos defendido desde estas páginas con nuestras propuestas para la regeneración democrática, la reforma de la ley electoral es necesaria, pero debe hacerse tras un debate sosegado y con consenso. A dos semanas de la disolución de las Cortes y tras cuatro meses sin Gobierno es un sinsentido que el Parlamento aborde este debate.
Con todo ello, sí es cierto que los partidos deben hablar sobre la edad de sufragio. Así lo aconsejó hace unos años el propio Consejo de Europa. Aunque en nuestro entorno, son pocos los países que permiten votar antes de los 18, si bien, Austria o Noruega sí lo hacen.
Desde que se firmó la Carta Magna los tiempos han cambiado y los jóvenes de hoy se muestran interesados en la política. Además, el progresivo envejecimiento de la población amenaza con marginar del debate político los intereses de los jóvenes que cada vez obtienen una menor representación en las urnas.
Si los ciudadanos de 16 años pudieran votar, se añadirían al censo electoral 800.000 nuevos votantes. La izquierda considera que esta situación les beneficiaría. Por no hablar de los independentistas, que encuentran en esta franja de edad un filón para sus intereses separatistas. Sin embargo, como hoy publicamos, no está claro que los más jóvenes fueran a dar la espalda a la derecha en caso de poder ir a las urnas. Lo que sí indica el CIS es que esos nuevos votantes darían más votos a los llamados partidos de la nueva política –Podemos y C’s– que a los tradicionales PP y PSOE.
EL MUNDO – 25/04/16 – EDITORIAL