Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Por definición, la Justicia debe seguir su curso al margen del devenir de la vida política

La reacción ha sido extraordinariamente similar aunque sus ideologías sean opuestas. En cuanto la Justicia ha estrechado su cerco en torno a Donald Trump y a Pedro Sánchez, ambos han reaccionado arremetiendo contra el partido rival, los jueces y los periodistas. Lo que distingue a uno del otro es el tono. Trump ha mostrado sus fauces de lobo, mientras Sánchez usa un tono victimista de cordero. Digamos que Trump es un Sánchez cabreado y Sánchez un Trump contenido, pero las acusaciones que ambos han lanzado contra esos tres pilares básicos de la democracia son las mismas: sus opositores políticos habrían recurrido a las tretas más sucias para cuestionar su figura; los jueces habrían prevaricado y la prensa habría mentido.

La elemental, maquinal y tediosa invocación al fango ha convertido a Sánchez en una caricatura de sí mismo; en una suerte de robot señalador, de muñeco de cuerda accionado por un grosero resorte; en un disco rayado. Su discurso evoca al de la bruja Lola, un pintoresco personaje que asomaba hace años por el programa ‘Crónicas Marcianas’ y que espetaba a todo aquel que cuestionaba sus dotes adivinatorias: «Tú no eres persona; eres basura». En esa estrategia tautológica y robótica de respuesta, se ha insistido hasta la saciedad en un argumento más que cuestionable con el fin de desacreditar al juez Peinado: el de que este habría violado una supuesta regla no escrita de suspender la acción de la Justicia en los períodos de campaña electoral. Para empezar, una investigación no es una sentencia que pudiera interferir en unos comicios. Y, aunque así fuera, una cosa es retrasar un fallo judicial y otra paralizar toda la instrucción de una causa de modo que pudiera darse lugar a la desaparición de pruebas esenciales. Por propia definición, la Justicia, que se simboliza con la figura de una dama que lleva vendados los ojos, debe seguir su curso al margen del devenir de la vida política. Lo que estaría más cerca de la prevaricación sería, precisamente, que dicha dama se quitara esa venda para no perjudicar a la parte susceptible de una investigación en sus intereses electorales o de otro tipo.

Uno es que está muy de acuerdo con la cita de Confucio: «Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo». Pero Sánchez no es ningún sabio ni señala a la Luna. Como lo que señala el rudimentario dedo de Sánchez es a la oposición, a los periodistas y a los jueces, lo realmente necio sería mirar a estos, como Sánchez pretende, en lugar de su dedo acusador. Cuando el ignorante no señala a la Luna sino a los justos que ponen en entredicho su gestión o la de los suyos, en realidad es un dedo que señala a propio dedo. El espejo narcisista de Sánchez se ha convertido en su propia y peor acusación.