Ignacio Camacho-ABC
- Para Sánchez no existe ninguna convención democrática capaz de limitar su voluntad de hacer lo que le dé la gana
No es la idoneidad, es la intención. No es la persona, es el método. José Luis Escrivá no es el economista más brillante del país pero tiene experiencia y conocimiento suficientes para que su designación al frente del Banco de España no constituya un disparate técnico. Sólo que eso a Pedro Sánchez le da igual porque el mensaje que quiere trasladar es ajeno a la competencia y al mérito. Y consiste simplemente en dejar claro que al supervisor financiero también lo va a controlar el Gobierno. Justo al revés de lo que establece su reglamento. Hay en el ámbito ideológico de la socialdemocracia muchos profesionales solventes para ocupar esa plaza. Incluidas mujeres, condición que para presidir el Poder Judicial ha sido considerada una exigencia irrenunciable, una especie de cláusula obligada que en realidad sólo escondía un veto específico a Pablo Lucas en venganza por desafiar las directrices del que manda. Esta vez el requisito de género carecía de importancia. La prioridad consistía en dejar claro que el presidente nombra a quien le da la gana.
Lo tenía decidido hace tiempo. Y como los plazos no acompasaban se inventó un Ministerio, el de Transición Digital, sin ámbito competencial concreto. Un aparcadero. Estate ahí mientras lo resuelvo y vamos mareando un poco la perdiz con nombres de candidatos ficticios para aparentar voluntad de consenso. Escrivá se va a estrenar con una comparecencia en el Congreso para evaluar unos Presupuestos en cuya elaboración ha participado desde su actual puesto. Así, sin complejos. Genio y figura. Que se entere todo el mundo de que eso de la independencia, la credibilidad, los ‘checks & balances’, la ética y la estética son bagatelas, trivialidades, minucias. Que no quede lugar a duda de que aquí no hay más que un poder y una fuente de legitimidad, que es la suya, y que ninguna convención democrática o tradición política prevalece sobre su potestad soberana y única.
Lo extraño es que aún quede gente capaz de llamarse a escándalo. No se atreverá a dar ese paso, piensan una vez tras otra esas almitas de cántaro. No sólo se atreve: le divierte esa forma de ejercer el liderazgo exhibiendo su falta de límites y de reparos. Si se ha pasado la Constitución por el forro para decretar la amnistía; si ha llenado las comisiones autónomas y las empresas públicas de colaboradores cercanos; si ha desembarcado ministros en el Tribunal Constitucional, en la Fiscalía General y en el Consejo de Estado; si su propia esposa ha recibido a patrocinadores de su actividad privada en el despacho de al lado, por qué se iba a detener ante el supervisor bancario cuando al fin y al cabo la ley le autoriza el ‘dedazo’. Total, esto ya lo hizo Franco con López de Letona y Mariano Navarro. Los espíritus cándidos deberían dar gracias de que el P… Amo no tenga por ahora un caballo al que premiar, como Calígula, con un alto cargo.